Manuel María Osorio y Elvira Rovero Finol
Ahora me referiré a mi bisabuelo materno, Manuel María Osorio. De él tengo bastante información ya que mi tía abuela, Inés, me dio muchos libros, correspondencia, libros de contabilidad y otros papeles que le habían pertenecido, salvados “in extremis”, porque mi tía estuvo a punto de botarlos, por ser comprometedores, mas adelante veremos por qué.
Nació en Puerto Cabello, en el año de 1860, hijo de Espíritu Santo Osorio, y de Francisca de Paula Chipía. Manuel María recibió una muy buena educación, y en algún momento se trasladó de Puerto Cabello a Maracaibo, donde se casó con Elvira Rovero Finol, nacida en 1863, de muy buena familia del lugar. Mi mamá también habla de ella en sus recuerdos y dice que era una mujer muy bella. Tuvieron diez hijos: Josefina, nacida en 1887, una de las primeras maestras graduadas en Venezuela; José Inocente, mi abuelo (1889), abogado; Guillermo (1890), odontólogo, a quien menciono más adelante; Ana Martina (1891); Lucina Josefa (1892); José Félix (1894), odontólogo y coronel asimilado; Adela (1896); Inés (1898); José Martín (1899), abogado y juez; y Justina (1901).
En los recuerdos de mi mamá ella menciona que, Elvira sufrió mucho en su vida, ya que pasó por la muerte de dos de sus hijas: Ana Martina, que murió ahogada en el lago y Lucina Josefa. Mamá dice también que una persona le había confiado, que de recién casada, Elvira tuvo que recibir en su casa a su mamá y a dos hermanas, ya que su padre acababa de morir (por suicidio, como mencioné antes en la sección de los tatarabuelos Rovero Finol) y ellas estaban en muy mala situación. El gran problema estaba en que una de sus hermanas, Isabel, años antes había sido novia de Manuel María, y entre las dos se generaban muchas escenas de celos. Elvira Rovero, murió en Caracas el 11 de Noviembre de 1904 a causa de una hemorragia interna. Viudo a sus 44 años, Manuel María, con la ayuda de su suegra, Isabel, se tuvo que ocupar de la crianza y educación de sus hijos, algunos de ellos muy pequeños. Y no se volvió a casar
Manuel María Osorio tenía una gran educación humanística propia de las personas cultivadas del siglo XIX, hablaba francés y latín, hacía poesías, escribía libros y artículos de prensa, tocaba guitarra y un instrumento llamado vihuela y componía canciones y música religiosa. Tenía además una mentalidad muy pacata y victoriana. No permitió que sus hijas se casaran, parece que le hizo una promesa a la Virgen de que todas sus hijas morirían vírgenes. La única que se casó fue la más joven, Justina, y lo hizo en contra de la voluntad de su padre, las demás todas quedaron solteras. Los hijos le tenían un respeto enorme, lo trataban de Ud. y se referían a él como “mi padre”. Decían mis tías que era intransigente en cuestiones de moral, asistía a misa todos los días y tenía un carácter muy difícil. En mi opinión era también un poco histérico.
Mi mamá solo menciona que este bisabuelo era maestro graduado, pero ha debido de tener estudios de contabilidad y de administración, ya que siempre trabajó precisamente en ese campo, primero en Maracaibo, donde definitivamente fue una persona muy influyente en el ambiente comercial de la ciudad, su nombre aparece en el acta de fundación de fecha Marzo de 1891 del muy prestigioso «Club del Comercio» de Maracaibo, integrado por la aristocracia señorial de la ciudad. No solo como uno de los cincuenta fundadores sino también como uno de los tres miembros más importantes de su primera Junta Directiva.
Fachada de la primera sede del Club del Comercio de Maracaibo, fundado en 1891. Al fondo tenia las orillas del lago, con una bonita playa y un muelle para atracar lanchas.
Ha debido ser también muy eficiente y serio en su trabajo cuando el hombre más poderoso del país, el Presidente de la República, Cipriano Castro (que después de 100 años se le reconoce que a pesar de sus errores fue un buen gobernante), lo escogió como su administrador y luego como apoderado de sus bienes, por lo que Manuel María tuvo que mudarse a Caracas, que para ese momento, a principios de 1900, tenía unos 90.000 habitantes y ocupaba una pequeña porción del valle que lleva su nombre. Si bien la ciudad tenía aún un aspecto muy colonial había sido renovada recientemente con obras en estilo afrancesado, como la Plaza Bolívar, El Panteón Nacional, el Capitolio, el Teatro Municipal, la Iglesia de Santa Teresa, la Universidad Central (actualmente Palacio de las Academias) y algunas otras, construidos durante el gobierno de Guzmán Blanco, quien además inauguró los ferrocarriles de Caracas La Guaira y Caracas Valencia.
De ahí en adelante tuvo dos casas, una en Maracaibo, en El Milagro, una zona muy elegante frente al lago y la otra en Caracas adonde trabajaba, lo que lo hacía viajar regularmente de una ciudad a otra a través de los vapores de la “Red D Line”, (Propiedad de las familias Dallet y Boulton) que permitían hacer cómodamente ese trayecto en tres días, con una escala en Curazao.
Tengo el librito que publicó con el estudio de los apellidos españoles que mi mamá menciona en sus recuerdos. Tengo también un álbum hecho por el con los recortes de prensa de centenares de artículos que él escribió y que varios periódicos de Caracas y Maracaibo le publicaron, todos ellos sobre mitología, filósofos de la Grecia Clásica, actualidad de la época y algunos poemas suyos, buenos, pero muy altisonantes, típicos del romanticismo del siglo XIX. Como muestra transcribo parte de uno, de ellos, al estilo épico de Eduardo Blanco en su “Venezuela Heroica”, Allí narra la retirada del crucero alemán “Panther” ante el cañoneo del fortín San Carlos, durante el bloqueo de los alemanes al puerto de Maracaibo, publicado por el diario “La Restauración”, en Caracas, el 30 de Enero de 1903. En esa acción se distinguió el Coronel Bello Nieto, comandante del fortín:
Truena entonces el bronce bajo la sombra gloriosa del pabellón tricolor que ondea altivo en las almenas del castillo histórico, y vomitando estragos sobre el odiado invasor, le muestra en breve, abierto a la huida, el camino del deshonor y la derrota.
Las guirnaldas del triunfo no llenan de rosas las popas de los acorazados formidables. Ellos, vueltas las proas al mar, van a ocultar su vergüenza entre las brumas.
Gloria al esfuerzo legendario de nuestra raza. Gloria al guerrero afortunado que supo en lo más crudo del peligro mantener siempre arriba nuestra hermosa bandera Nacional.
¿Quién es él? Bello le nombran.
¡Salud noble soldado! La historia salvará del olvido vuestro nombre. Sea mi pluma la primera que cante vuestra heroica hazaña.
El General Jorge Bello Nieto.
Por cierto, una hija de este famoso Comandante del fortín San Carlos, Rita Elisa Bello, nacida en 1894, se casó con Blas Menda, hermano mayor de mis dos abuelas. Para 1903, cuando mi bisabuelo escribió este artículo ninguna de las tres familias pensaba en emparentar.
Yo llegue a tener, y lamentablemente se perdió, un álbum fúnebre sobre la muerte de su hijo José Guillermo, que era, soltero, odontólogo con grados en Caracas y Filadelfia, y que fue asesinado a sus 30 años por un soldado que montaba guardia en la residencia del General Pérez Soto, gobernador del estado Zulia en los tiempos de Gómez. Parece que en un exceso de celo este soldado disparó con su fusil Máuser a un ruidoso grupo de amigos, muy probablemente tomados, que una madrugada pasaban frente a la casa de gobierno e hirió a Guillermo. El álbum comenzaba con un telegrama que mandaba mi abuelo Inocente desde Maracaibo a mi bisabuelo, que estaba en Caracas y que me recuerdo decía: “Mi padre, a pesar de nuestros esfuerzos Guillermo ha muerto”. Estaban todos los recortes de prensa donde se hablaba de este caso que causó una gran indignación en Maracaibo, tenía todas las invitaciones en los periódicos, las tarjetas de los asistentes al entierro, telegramas, cartas de pésame y una foto de Guillermo en la urna. A nosotros, hoy en día, esto nos parece muy macabro, pero para las personas de la época era algo usual. Los «libros de muertos» se iniciaron en la Inglaterra «victoriana» (de 1837 a 1901). Siempre he pensado que Diana, que es supersticiosa, como buena italiana, y le tiene miedo a cualquier alusión a la muerte, porque trae «iella» (pava), quizá tuvo que ver con la desaparición de este álbum.
Otra cosa que yo tuve y la perdí fue la correspondencia que había mantenido con Cipriano Castro, mientras este estuvo en el exilio y mi bisabuelo, era el administrador y apoderado de sus bienes; solo me queda una carta, que anexo al final de este capítulo, donde el Banco de Venezuela se dirige a él como apoderado del General Castro y le envía un estado de cuentas.
Entre todas esas cartas había una, enviada desde Alemania, con el membrete del Sanatorio de Berlín adonde Castro había ido en Noviembre de 1908, a operarse de la próstata (precisamente en la capital del país que había bloqueado los puertos venezolanos durante su presidencia) y cuando ya estaba lejos de Venezuela, Gómez, su mejor amigo, su compadre, su Vicepresidente que supuestamente iba a encargarse del gobierno mientras el regresaba, aprovechó, dio un golpe de estado y le quitó el poder y Castro no volvería a Venezuela. Había otra carta de él, enviada a mi bisabuelo donde refiriéndose a Gómez decía: “Tuve a esa culebra enrollada alrededor de mi garganta por muchos años, y siempre confié en él y le di mi amistad”.
Con excepción de la primera carta, la del sanatorio de Berlín, que la dirigía al “Sr. Manuel María Osorio” y a unos abogados y que llevaba la firma “Cipriano Castro”, el resto de las cartas empezaba con “Estimado Osorio”, terminaban con “Su amigo Cipriano”. Casi todas trataban únicamente de negocios y propiedades. Había también muchas cartas de Doña Zoila, la esposa de Castro, a quien mi bisabuelo le rendía cuentas después de la muerte de su marido. Todas las cartas de ella venían con papeles y sobres orlados de negro, por cierto, me hacía gracia que en todos ellos venia impreso el nombre: “Zoila viuda de Castro”.
Todo esto lo perdí cuando unos ladrones entraron a mi casa y a punta de pistola me obligaron a abrir la caja fuerte. Allí estaban esas cartas que tenían mucho valor para mí. Los ladrones supusieron que si estaban en la caja fuerte era por algo, y se las llevaron. Imagino que las habrán botado luego, al no poderlas vender.
Entre esos documentos había uno donde el refería lo que le sucedió a causa de una hacienda de nombre “Mariara”, creo que estaba en Carabobo, en el pueblo del mismo nombre. Esta hacienda era propiedad de Cipriano Castro pero Gómez la quería para él. Durante su mandato, Gómez se convirtió en el “terrateniente universal”. Más de una tercera parte de las tierras cultivables del país estaban bajo su propiedad. Los que eran «gomecistas» no perdían sus haciendas, pero quienes se le oponían eran obligados a vender sus propiedades a precios irrisorios, y las alternativas eran la cárcel o el destierro.
Sabiendo que mi bisabuelo tenía un poder donde Castro le autorizaba a comprar o vender en su nombre, le envió un emisario, el General David Gimón, que fue gobernador de varios estados, quien le pidió que le vendiera esa hacienda a Gómez, a lo que él se negó, ya que debía de tener antes la aprobación de Castro. Para presionarlo lo mandaron por unos días prisionero a la Rotunda, la cárcel más temida en el régimen de Gómez. En un documento mi bisabuelo recogió testimonios de amigos que lo fueron a visitar y lo vieron en un calabozo con los famosos grillos que se usaban en esa cárcel. Luego de un par de días lo liberaron y lo llevaron a Miraflores donde Gómez, personalmente, lo volvió a presionar para la venta de Mariara.
Poco después Castro autorizó la venta y esta se concretó, pero el mencionado documento con firmas de testigos era una acusación en regla. Gómez al saber de ello comisionó a su abogado, el Dr. Domingo A. Coronil para que obtuviera de M.M. Osorio una certificación de que el presidente no tenía nada que ver con lo de la Rotunda. Mi bisabuelo para evitarse más problemas lo certificó, Marisol tiene el original y yo una copia del requerimiento de Coronil y de la certificación. Por eso mi tía Inés decía que los papeles de su papá eran comprometedores, después de 40 años aun no había superado el trauma de su papá en La Rotunda.
En referencia a su vida familiar, anexo una foto que tenía mi mamá de la casa de Manuel Maria Osorio en Maracaibo, en el Milagro, a la que llamó «San Sebastián», seguramente por el origen vasco de su padre. Aparecen en esa foto un gran jardín sembrado de palmeras y uvas de playa, al fondo una casa en estilo colonial y en primer plano el bisabuelo y una de sus hijas, seguramente Josefina, la preferida. Al frente de la foto tiene escrito de su puño y letra: “San Sebastián, vista de la playa desde el baño. Abril 1919”. En el reverso también escrito por él dice: “Quinta donde empezó a correr la infancia de mis nietos Elvira, Manuel y Luisa, en Maracaibo, en el pintoresco y deleitoso sitio del Milagro. De Diciembre de 1923 a Octubre 1925”.
Yo conocí esa casa en el año de 1963, durante en un viaje que hice a Maracaibo con mi mamá y mi tía Isabel, visitamos a Josefina Osorio, la hija mayor de mi bisabuelo que aún vivía ahí, mamá e Isabel llamaban a Josefina «Naná»; para esos tiempos Josefina tenía pocos ingresos, imagino que solo contaba con una pequeña pensión por haber sido maestra de escuela. Unos años antes de nuestra visita se había derrumbado el techo de la casa, se ve que por falta de mantenimiento, a los techos de caña los ataca el comején y se deben fumigar cada dos años, de otra manera, con el tiempo, terminan cayéndose. Josefina había reconstruido esa parte de la casa poniéndole techos de asbesto.
Al final de la casa se veía el mismo jardín de la foto. Efectivamente, en ese jardín había una estructura, como una pasarela de madera, que llevaba a una caseta que había sido el baño de la casa y que en otra época estaba sobre el agua y los desechos caían al lago, se dice que luego los bagres se los comían y así acababan con todo, de forma muy ecológica. Cuando yo estuve en esa casa el lago se había retirado unos 15 o 20 metros, por lo que la caseta estaba directamente sobre la tierra, así que en su momento se tuvo que hacer otro baño dentro de la casa. El terreno era enorme, estaba descuidado y la casa era algo más que una ruina, pero a principios del siglo XX, cuando se hizo esa foto El Milagro era una zona de lujo donde estaban las grandes mansiones de los ricos de Maracaibo y San Sebastián debió de haber sido en verdad un sitio muy “pintoresco y deleitoso”.
Tengo una foto donde aparezco yo, de apenas un año de edad, con Salvador y mi mamá bañándonos en el lago, precisamente frente a la casa de Manuel María Osorio. En ese tiempo todavía era posible bañarse en el lago con un bebé, aún era limpio, se ve que los bagres hacían bien su trabajo. Hoy en día esta tan contaminado que los bagres desaparecieron y las orillas están ahora llenas de lenma o ‘lenteja verde”, que es un síntoma grave de contaminación.
Después de la muerte de Josefina Osorio sus hermanos decidieron vender la casa, e inmediatamente una compañía de nombre “Grapette”, que fabricaba un refresco de cola muy conocido en esos años y que era la dueña del terreno de al lado, hizo una oferta que mis tíos aceptaron. Luego la Grapette salió del mercado y no sé quién tendrá ahora esa propiedad.
Manuel María Osorio murió en Maracaibo el 8 de Noviembre de 1933, a los 73 años, por una «cirrosis atrófica», o complicaciones a causa de una enfermedad en el hígado. Está enterrado junto con su esposa y el resto de su familia en el panteón de los Osorio, en el Cementerio General del Sur, en Caracas. Mi mamá en sus recuerdos cuenta que murió amargado a causa de una mala jugada que le hizo una hermana de Cipriano Castro, llamada Consuelo Castro de Velazco, a quien él había ayudado cuando ella tenía necesidad, comprándole un terreno entre las esquinas de Bucare a Carmen, allí mi bisabuelo construyó una casa que él y su familia habitaron por muchos años. Luego, casi veinte años más tarde, la misma señora, mediante un subterfugio legal, alegando que ella había firmado la venta sin autorización de su marido, a través de una decisión judicial logró recuperar el terreno. Tuvo que pagarle al bisabuelo lo que él le había pagado y el costo de la construcción de la casa, sin tomar en cuenta la correspondiente valorización.
Al morir dejó una gran biblioteca, en su mayoría de religión, historia y de autores clásicos, muchos de estos libros los tengo en mi casa de Caracas y a pesar de tener entre 100 y 200 años, están aún en bastante buen estado. En algunos de ellos se ven, a los márgenes, anotaciones en lápiz de su puño y letra con sus comentarios acerca del texto, anotaciones que también pueden ser vistas en las imágenes que anexo más adelante. En la casa de Margarita está el comedor que me dejó mi tía Inés, que fue el que tuvo mi bisabuelo en su casa de la esquina del Bucare, fue hecho en Caracas a principios de 1900, en el estilo ecléctico de la época, tipo Directorio con toques de Art Nouveau.
Tengo también el niño Jesús, de cerámica, pintado a mano, que mi mamá menciona en sus recuerdos. Tinés me contó que a inicios de 1900, ella fue con su papá (mi bisabuelo), a buscar esa imagen al puerto de La Guaira, adonde les había llegado desde España. Apenas mi bisabuelo la vio y se dio cuenta que le habían mandado un niño Jesús rubio enseguida lo rechazó, diciendo que Jesucristo era nazareno y por lo tanto no podía ser rubio, así era de maniático. Según mi Tía Inés hubo que esperar que un nuevo niño Jesús llegara de España y efectivamente esta vez sí vino con el pelo y los ojos oscuros.
Creo que con todo lo que he mencionado, mas todo lo que mi mamá refiere en sus recuerdos se ilustra bastante bien el carácter de este bisabuelo, una persona muy cultivada, correcta, metódica, religiosa e intransigente. Un espécimen muy representativo de la intolerante sociedad venezolana de esos tiempos, con sus muchas virtudes y mojigaterías.