Francesco Cupello y María Giuseppina Scrivano
Según la partida de defuncion de Francesco Cupello, (que me fue enviada amablemente por el genealogista Eduardo Montenegro), este nace en Paola el 16 de Septiembre de 1854, hijo legitimo de Nicola Cupello y Felicia Corno. Francesco se casó con María Giuseppina Scrivano, nacida en 1864, de una buena familia local, con quien tuvo cinco hijos: Salvatore (el abuelo), nacido en 1886, Angelina en 1889, Vincenzo (el tío Vicente) 1895, Filomena, 1896 y María Concetta (Concettina), 1898. Me informó la tía Myriam que Francesco pasaba por ser un hombre muy culto e instruido y era un gran lector de historia y literatura clásica.
Como mencioné antes, en la seccion de Nicola Cupello, al no tener acceso a la herencia familiar y debido a la difícil situación económica que se vivía en toda Europa, Francesco decidió dejar su tierra y familia para probar suerte en un país lejano. No era el único que emigraba, de 1876 a 1905 casi 500.000 calabreses dejaron su tierra. Pero de toda Europa, desde Liverpool, Hamburgo, Estocolmo, Dublín, Génova y Nápoles salían los barcos llenos de emigrantes, que preferían la aventura en el exterior a la inevitable pobreza en su patria. Solo en los Estados Unidos, entre 1880 y 1900 llegaron alrededor de 20 millones de inmigrantes europeos. Varios millones más se asentaron también en la América del Sur.
Mi abuelo decía que en la familia había un pariente, que era capitán de un barco, y que describía a Maracaibo como una ciudad con mucho movimiento comercial adonde se podía hacer fortuna y de allí le vino la idea a Francesco de venir hasta acá. Algo habría de esto, pero seguramente habrían otras razones, normalmente los inmigrantes italianos iban a países como Estados Unidos, Argentina o Brasil, era raro que vinieran a Venezuela. Pero en una entrevista de 1956, hecha a mi abuelo, y que aparece en el libro “Passaporto verde”, del periodista Gaetano Bafile (fundador del diario “La Voce d’Italia”), Don Salvador dijo que su familia conocía en Paola a un señor Antonio Caruso, uno de los dos dueños de la compañía “Lovisi y Caruso”, que vendía telas en Maracaibo. Por lo tanto, ya a finales del siglo XIX estaban algunos amigos calabreses en esa ciudad, pienso que la conexión con Venezuela es más lógica por este lado. Además, desde el 14 de Enero de 1874 el gobierno del Presidente Guzmán Blanco ofrecía condiciones ventajosas para los europeos que vinieran a establecerse en Venezuela, entre otras costearles el viaje y los primeros tiempos de permanencia en el país. Quizá esto haya sido un incentivo adicional.
MARACAIBO
Sea como sea, Francesco Cupello, de treinta y tres años, llegó a Maracaibo en 1886, el mismo año en que nació Salvador, su primer hijo varón, así lo atestigua mi abuelo en la entrevista de Bafile antes mencionada y se confirma con la partida de nacimiento de Don Salvador, donde se menciona que para ese momento su padre se encontraba en Maracaibo. Si el abuelo nació en Febrero de 1886 y ya para ese momento estaba en Maracaibo, quiere decir que Francesco salió de Italia en 1885; en un estudio genealógicos de apellidos, a los que se accede por internet se dice que en 1885 llegó a New York un Francesco Cupello, a bordo del vapor “India”; las fechas y nombres coinciden y es posible que el bisabuelo hubiera pasado por allí, antes de su llegar a su destino.
Venezuela era entonces un país totalmente agrario bajo el gobierno de Antonio Guzmán Blanco, quien había logrado controlar a los caudillos regionales estableciendo una paz duradera, que junto al aumento en los precios internacionales del café y el cacao, habían permitido que el país prosperara después de pasar por los terribles años de la independencia y de la guerra federal.
En cuanto al Zulia, este estado, a través del Golfo de Venezuela, tenía acceso al Mar Caribe y de allí a todo el mundo (lo que facilitó mucho el comercio local y el de los Andes), pero, hasta la construcción del puente sobre el lago, terminado en 1962, siempre fue una región muy aislada del resto del país, ya que el lago de Maracaibo dificultaba grandemente esta comunicación. El mencionado aislamiento permitió que por mucho tiempo los zulianos fueran totalmente independientes del poder central, lo que los hizo muy regionalistas y estar orgullosos de ser diferentes a todos los venezolanos, en manera de pensar, comer y hablar; y nunca les ha gustado depender de Caracas.
Y ese antagonismo con la capital no es reciente; en 1777 el Rey Carlos III de España decretó la creación de la Capitanía General de Venezuela, con capital en Caracas, unificándose las provincias de Caracas, Margarita, Nueva Andalucía, Trinidad, Guayana y Maracaibo, que antes formaban parte del Virreinato de la Nueva Granada. Este es un documento importantísimo, ya que aquí se definió nuestra geografía y nacionalidad. Pero cinco años más tarde, en 1782, el Cabildo de Maracaibo solicitó al rey que se reintegrara la provincia de Maracaibo al Virreinato de Nueva Granada; preferían estar supeditados a Bogotá que a Caracas. El 5 de Julio de 1811 Maracaibo no siguió «el ejemplo que Caracas dio», se negó a firmar el acta de independencia y se mantuvo fiel a la Corona Española por doce años más. A causa de esta fidelidad, España le otorgó a la ciudad el título de «Muy noble y muy leal», distinciones que aún ostenta el escudo de Maracaibo. Solo en 1823 El Zulia se incorporó al proceso independentista, y no con Venezuela, sino con la Gran Colombia.
La cercanía del Zulia con la Nueva Granada continúo hasta bien entrado el siglo XX, ya que había más facilidad de comunicación, con Cúcuta y Pamplona que con Caracas. Una muestra de ese pasado común con Colombia es la devoción de ese estado con la Virgen de Chiquinquirá, que es la patrona nacional de esa nación.
Sin embargo, el personaje más célebre de la región zuliana, el General Rafael Urdaneta, nacido en Maracaibo en 1788, sí se incorporó al movimiento revolucionario desde 1810. Fue el prócer más leal a Simón Bolívar, se destacó en varias batallas importantes, fue nombrado Intendente del Zulia en 1824, en 1830 fue el sexto presidente que tuvo la Gran Colombia y está enterrado en el Panteón Nacional. Quizá a Urdaneta le debamos que el zuliano, a pesar de ser muy regionalista, se sienta también muy venezolano, o venezuliano.
Años más tarde, en 1869 hubo un movimiento armado acaudillado por el gobernador militar del Zulia, Venancio Pulgar, muy posiblemente apoyado por alguna potencia de la época. El estado se declaró independiente, pero el movimiento fue derrotado finalmente por las fuerzas del gobierno central.
A causa de esta tendencia a la rebeldía y a manera de control, Guzmán Blanco decidió que el Zulia dejaría de ser un estado independiente, y formaría parte del Estado Falcón-Zulia, cuya capital sería la población falconiana de Capatárida, por ser equidistante de Maracaibo y Coro. Así mismo, en 1874, la aduana de Maracaibo que recibía los mayores ingresos del Zulia, los del puerto, fue trasladada a Puerto Cabello. Por supuesto, estas medidas siempre fueron antipáticas para los zulianos, ya que las consideraban (y así era) como un medio para subyugar y restarle importancia a su región. Esta era la situación política para 1886, a la llegada de Francesco.
Para ese mismo año toda la región zuliana contaba con unos 85.000 habitantes y se habían censado 36 italianos, de los cuales 7 eran mujeres. Maracaibo por su parte tenía casi 40.000 habitantes; como dijimos antes la ciudad tenía comunicación con todo el mundo y todos los productos agrícolas que se producían en el Zulia y los Andes venezolanos se exportaban por ese puerto. Los mismos colombianos preferían exportar e importar desde allí que utilizar su costa atlántica, por lo inseguro que era el tráfico por el rio Magdalena.
A partir de 1870 un proceso modernista se había adueñado de Maracaibo y ya a fines del siglo XIX allá estaban establecidas 51 casas mayoristas, 388 comercios al detal, agentes aduanales, inversionistas, entidades bancarias y numerosos consulados. En 1888 fue la primera ciudad del país que contó con alumbrado eléctrico y en 1891 la primera ciudad con servicio telefónico. Con una universidad, dos grandes hospitales, tranvías de mulas, luz, teléfono, un teatro de ópera y conciertos y siete periódicos, Maracaibo le disputaba a Caracas el ser la ciudad más importante del país.
El Malecon de Maracaibo con las piraguas, a fines del siglo XIX. Esta fue la primera visión que tuvo mi bisabuelo al llegar a Venezuela.
Imagino que inicialmente Francesco habrá recibido alguna orientación por parte de Caruso, su paisano calabrés e inmediatamente comenzó a trabajar en su oficio. Vendía sus artículos a tiendas de Maracaibo y de las poblaciones vecinas. Por esos años había un bienestar material y Maracaibo contaba con una población bastante considerable, por lo que decide abrir una pequeña joyería, la primera de esa ciudad (como lo mencionó su hijo Salvador en una entrevista concedida a El Universal en Noviembre de 1971). Así pudo progresar en este ramo y enviar dinero regularmente a su familia en Paola.
Francesco Iba a Italia cada cuatro o cinco años para ver a su familia y comprar mercancía. Luego regresaba a Maracaibo, donde poco a poco iba vendiendo sus prendas y unos años más tarde se repetía el proceso. Es seguro que hacía reposiciones parciales de sus inventarios mediante catálogos, haciendo pedidos por correo a sus proveedores que estos le despachaban por vía marítima. De hecho, esta es la manera en que muchos vendedores de joyas aun trabajan hoy en día, solo que Francesco, en los tiempos de Guzmán Blanco, para vender sus productos en otras ciudades, en lugar de carros usaba mulas y para reponer sus existencias, en lugar de aviones usaba barcos.
Estos viajes a Italia le eran muy convenientes, ya que le permitían pasar largos periodos con su familia. Como vimos antes Francesco estaba en Maracaibo desde 1886, el mismo año en que nació su primer hijo varón, Salvador, esto significa que entre ese año y 1907, cuando se va de Venezuela, tuvo que haber ido al menos tres veces, ya que tuvo cuatro hijos más que nacieron en Paola. En la foto que incluí antes, donde aparecen Francesco, su padre, Nicola, y su hijo Salvador, este último aparece allí de unos 8 años (en 1894, cuando fue concebido el tío Vicente).
Y esto me trae a otra consideración, durante esos 20 años en que Francesco vivió en Maracaibo la mayor parte de ese tiempo estuvo solo, su esposa e hijos estaban muy lejos de él. Es humano que en esas circunstancias un hombre joven haya tenido alguna clase de arreglo sentimental. Le pregunté a mi primo Orlando Arrieta (que aparte de médico era historiador y miembro de la Academia de la Historia del Zulia) sobre la vida privada de este bisabuelo, me dijo que no tenía información a este respecto, si bien, el que tuviera una pareja no era de extrañar. Pero es seguro que parrandero si era, en una oportunidad Orlando consiguió un viejo reporte policial, del cual me envió una copia, donde se reseña que la noche del 11 de Diciembre de 1901, Francesco junto con otros ocho amigos, fueron detenidos por “alborotadores” (imagino que rascados). Fueron liberados al día siguiente.
Estando en Maracaibo Francesco vivió importantes acontecimientos históricos que mencionamos ahora: En 1888, presenció la llegada de millones de langostas, formando una nube tan densa que oscureció los cielos de la ciudad por tres días. La población entró en pánico pensando que Dios les había enviado una de las diez plagas, con las cuales había castigado a Egipto. Los insectos acabaron con todas las cosechas y contaminaron el agua, pero finalmente murieron, masivamente, dejando una pestilencia insoportable.
En 1898, aprovechando el descontento creado por una crisis económica, Cipriano Castro, se alzó en San Cristóbal y en una audaz campaña, apoyada por otros caudillos regionales, logró llegar a Caracas, derrocando el gobierno de Ignacio Andrade y asumiendo la presidencia. Se inicia así un difícil periodo político y económico, que duró 10 años, cuando hubo constantes alzamientos en varias regiones del país.
En Diciembre de 1899 se produjo en el Zulia un levantamiento contra Cipriano Castro, comandado por un médico zuliano, el Dr. Helímenas Finol (primo hermano de mi bisabuela materna, Elvira Finol de Osorio, y padrino de su hija Lucina Josefa), en protesta por el poder centralizador del Gobierno de Castro, que le quitaba autonomía al estado. Desde Caracas, se envió un ejército al mando de general Julio Sarría, para someter a los alzados. Maracaibo fue sitiado, desde tierra por las tropas de Sarría y desde el lago mediante tres vapores de guerra y varias goletas armadas. A Helimenas no le quedó otro camino que retirarse, pero continuó combatiendo con guerrillas en algunos distritos del Zulia.
Ya para ese entonces Francesco tenía una buena posición y un oficio que le funcionaba bastante bien, por lo que, a pesar de los difíciles momentos, decidió abrir una tienda más grande y traer a su hijo mayor apenas terminara su educación media, para que lo ayudara. Salvador, de 14 años, llegó en Octubre de 1900 y como era importante que el aprendiera la contabilidad, un oficio básico para poder llevar adelante cualquier negocio, su padre acordó que fuera contratado como aprendiz contable en la compañía de Caruso, su paisano calabrés. De acuerdo a los registros oficiales de la ciudad (proporcionados por Orlando Arrieta) Francesco abrió su empresa en Febrero de 1901 bajo el nombre de “Joyería Cupello”, en la calle Bolívar, esquina con calle Vargas y un año más tarde, cuando Salvador completó su aprendizaje, entró a trabajar en el negocio de su padre.
Poco después la situación del país vuelve a complicarse, entre Diciembre de 1902 y Febrero de 1903, Alemania, Inglaterra y más tarde Italia, enviaron barcos de guerra a Venezuela y bloquearon sus puertos exigiendo el pago de la deuda que tenía el país con ellos y además pedían retribuciones por los daños causados a sus súbditos durante las revoluciones internas del país. Era cierto que, a causa de los problemas económicos y de los continuos alzamientos de los caudillos, Castro había suspendido los pagos de la deuda externa (contraída en la independencia). Pero también era cierto que esas naciones pretendían tomar territorios de Venezuela para establecer nuevos enclaves coloniales. Inglaterra quería apoderarse de las bocas del Orinoco para ampliar sus colonias de Trinidad y la Guayana inglesa, y Alemania quería el Zulia, que para la época era una región importante y tenía fuertes relaciones de comercio con el resto del mundo, directamente, sin pasar por Caracas, lo que los alemanes definían como un “hinterland”, un lugar ideal para asentar zonas económicas y bases navales.
A principios de ese siglo, Alemania, guiada por su aguerrido Káiser Guillermo II (uno de los iniciadores de la primera guerra mundial), surgía como una gran potencia, había logrado establecer colonias en África y Asia, pero necesitaba territorios en el Caribe, que era y es aún, un punto estratégico de primer orden, y las mejores opciones estaban en Venezuela. Se dice que además tenía el apoyo de Gómez, el segundo hombre más importante del régimen, él admiraba a los alemanes que le parecían muy serios y además le compraban el café de sus haciendas. De hecho, en 1913, siendo ya Gómez presidente de la república, Alemania intentó nuevamente instalarse en Venezuela y el embajador de los Estados Unidos, Preston Mc Goodwin, alertó al gobierno de su país que Gómez estaba dispuesto a vender a los alemanes la isla de Margarita. Y en Junio y Noviembre de 1917, durante la primera guerra mundial, el diario «New York Times» denunció que Venezuela estaba negociando la venta de la isla con los alemanes, que la usarían como base naval para atacar el canal de Panamá y las instalaciones americanas en el Caribe.
Volvemos al 9 de Diciembre de 1902, cuando quince buques de guerra ingleses y alemanes llegan a La Guaira. En 1885 Guzmán Blanco, a cambio de un dinero que necesitaba, le otorgó el total control de ese puerto a una compañía inglesa, “The La Guaira Harbour Corporation”, durante 99 años, lo que facilitó, en 1902, el desembarque de las tropas europeas, que capturan y luego hunden a cañonazos, seis pequeños barcos de la armada venezolana. Ese mismo día Inglaterra bombardea Puerto Cabello.
Castro se pone en pie de guerra, ordena apresar a los súbditos ingleses y alemanes y proclama: “Compatriotas, la planta insolente del extranjero ha profanado el sagrado suelo de la patria”. El país, lleno de fervor patriótico se prepara a combatir a los invasores, lo que pone en aprietos a los europeos que pensaban lograr sus objetivos sin resistencia. El 17 de Enero de 1903 los cruceros alemanes “Vineta” y “Panther” (dos de los buques de guerra más importantes del Imperio Alemán) intentaron bloquear a Maracaibo y cuando pasaban por “La Barra” fueron cañoneados por la fortaleza de San Carlos (construida en 1626) con unos obsoletos cañones Krupp, paradójicamente hechos en Alemania, logrando causar severos daños al Panther, y ambos buques debieron retirarse, pero tres días más tarde los alemanes tomaron represalia y bombardearon la fortaleza y el pueblo de San Carlos, causando alrededor de 30 muertos, entre militares y civiles, lo que fue ampliamente criticado por la prensa internacional y generó un fuerte rechazo por parte del gobierno de los Estados Unidos.
Pueblo y fortaleza de San Carlos en «La Barra» del Lago de Maracaibo.
El crucero alemán «Panther» en 1901.
Primera página del diario francés “Le Petit Parisenne” en Enero de 1903: En Venezuela, El Fortín San Carlos bombardeado por los navíos alemanes
Cuando Alemania e Inglaterra estaban a punto de llevar fuerzas permanentes a Venezuela los americanos liderados por su presidente, Teodoro Roosevelt, intervinieron con su doctrina Monroe (América para los americanos) y amenazaron con enviar su flota para impedir, hasta con la fuerza, el desembarque de tropas europeas. La marina de Estados Unidos era entonces muy poderosa, apenas cuatro años antes había destruido la flota de España y le habían arrebatado sus colonias de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Además, los venezolanos estaban dispuestos a combatir por su tierra, y contarían con el apoyo de tropas de los Estados Unidos, país que estaba muy cerca de Venezuela, mientras que los invasores debían transportar los hombres y materiales desde el otro lado del océano. Alemania consideró seriamente la posibilidad de invadir Nueva York, pero no se arriesgó. Los europeos aceptaron un arbitraje para el pago y se retiraron con el rabo entre las piernas. Francesco y su hijo Salvador que además eran súbditos de Italia, uno de los países que había participado en el bloqueo, habrán temido que los hicieran prisioneros, pero luego regresa la tranquilidad y ambos reanudan su trabajo.
Eran tiempos de crisis, con todo, con el talento y el trabajo de ambos poco a poco el negocio prosperó. Sin embargo en 1907, Francesco, de 54 años, se enfermó, muy posiblemente de disentería crónica (de la cual murió tres años más tarde), esta es una enfermedad que se presenta con mayor frecuencia en personas que habitan en aéreas tropicales, como era el caso. Decidió retirarse e imagino que llegó a un acuerdo financiero con su hijo mayor, su heredero legal, a quien le dejó su negocio, y de acuerdo con su esposa, María Giuseppina, que estaba en Paola, resolvieron residenciarse en Río de Janeiro, adonde su hija mayor, Angelina, había emigrado junto con su esposo, Doménico Imbroisi. Francesco salió hacia Brasil desde Maracaibo, mientras que su esposa María Giuseppina y sus hijos Filomena, Vincenzo y María Concetta se embarcaron desde Nápoles en el vapor «Virginia», de la línea «Lloyd Italiano» y llegaron a Rio el 2 de Septiembre de 1907, como consta en el registro de la División de Policía Marítima de Brasil, de ese día, información que me hizo llegar mi prima, Myriam Mercedes.
LA FAMILIA DE BRASIL
Hago ahora un paréntesis para hablar un poco de esta rama de la familia que emigró a Brasil y con la que aun, mantenemos contacto a través de Myriam Mercedes. A ella, en sus dos visitas que hizo a Brasil, los parientes le dieron estas informaciones:
Acerca de Angelina y Doménico Imbroisi, sabemos que este matrimonio tuvo en Paola una hija de nombre Giovanna (a quien conocí de niño porque trabajo unos años, en la joyería Cupello de Maracaibo y varias veces fue a Caracas donde participaba en las reuniones familiares). Doménico y Angelina partieron luego hacia Brasil, donde tuvieron cinco hijos más: Salvador, Giolanda, Francisco, Flora, Iva (fallecida de niña) e Ítalo. Este Ítalo, compartió una habitación con mi tío Nicola, cuando este, a fines de los 40, estudió medicina en Rio de Janeiro. Ítalo era a su vez el padre de Marcia, quien es actualmente muy amiga de Myriam Mercedes.
Angelina, hermana de mi abuelo
Su esposo, Doménico Imbroisi.
Sobre Vincenzo (el tío Vicente, nacido en 1895), como se verá más adelante se radicó luego en Venezuela, donde trabajo por muchos años con Don Salvador. En Maracaibo se casó con Albertina Carroz y tuvo cinco hijos: María de Lourdes, Vicente José, Francisco, Blanca, Cecilia y Jesús.
Filomena, nacida en 1896, se casó con Pasquale Vallice, y tuvieron 3 hijos de nombre María, Pascual y Carmen.
Maria y Pascual, hijos de Filomena, en su primera comunión.
Y María Concetta (o Concettina), la más joven de los hijos de Francesco (nacida en 1898), Se casó con Vicente Gazzaneo, con quien tuvo cinco hijos: Domingo, Zelia, Orlando, Hilda e Iva (nombre que le pusieron en homenaje a la hija de Angelina, fallecida, y que por coincidencia, como su prima, murió de niña).
Un comentario: Una de las hijas de Cocettina, Zelia, le dijo a Myriam Mercedes que hacia 1916, durante la primera guerra mundial, su mamá, de unos 18 años, se quería casar con su novio, Vicente Gazzaneo, pero como ella había quedado huérfana de padre, sus hermanas llamaron a Don Salvador para que fuera a Rio de Janeiro y diera su aprobación para el matrimonio. Esto era típico de las sociedades patriarcales del siglo XIX y principios del XX, a falta del padre el hijo varón mayor debía aprobar los matrimonios de las mujeres de la familia. El abuelo fue, conoció al novio y a sus hermanas y en principio estuvo de acuerdo con el casamiento; pero luego las hermanas del novio sintieron que era su obligación revelarle un secreto familiar: Su hermano era un hijo adoptado. Su madre biológica era la hija de una familia importante de su pueblo en Italia, pero se enamoró de un joven humilde del lugar; una relación que por supuesto los padres de la muchacha desaprobaban y me imagino que se habrán contentado mucho cuando este joven fue reclutado durante la primera guerra mundial.
Pero poco después se descubrió que su hija estaba encinta, lo que para la pacata sociedad de esos días, esto era una mancha en el honor de familia. Los padres, sigilosamente, enviaron a la muchacha a un convento de monjas y allá tuvo al niño, pero ella murió en el parto. Los abuelos rehusaron recibir al bebé, ya que eso pondría en evidencia el desliz de su hija, entonces, una pareja recién casada lo tomó en adopción y luego se radicaron en Brasil adónde tuvieron dos hijas, las mismas que confesaron el secreto. Ante esto Don Salvador rehusó dar el consentimiento para la boda hasta que él conociera al padre biológico del novio.
El abuelo viajo a Italia junto con Vicente Gazzaneo, fueron al convento y allí averiguaron el nombre del verdadero padre, lo localizaron y hablaron con él, que quedo anonadado, nunca supo que su novia había quedado embarazada de él, la había buscado al regresar de la guerra, pero le informaron que habia muerto, por lo que más adelante formó su propia familia con otra mujer. Se emocionó mucho al saber que había tenido un hijo con el gran amor de su vida y quiso reconocerlo, pero Vicente no aceptó, aduciendo que sus verdaderos padres eran los que lo habían criado. Al final Don Salvador aprobó el matrimonio, al comprobar que el padre de Vicente no había obrado con mala fe, y que, aunque de cuna humilde había triunfado en la vida, era dueño de un hotel y otros bienes. Años después, cuando murió, le dejó una herencia importante a su hijo de Brasil, pero él nunca la reclamó, porque se consideraba hijo de sus padres adoptivos.
Las tres hermanas que se quedaron en Rio de Janeiro, tuvieron al menos 14 hijos, que a su vez procrearon muchísimos nietos, por lo que nuestros parientes brasileños son numerosísimos. Según me cuenta Myriam Mercedes y casi todos viven en Copacabana.
Ya para finalizar volvemos al bisabuelo: Según el acta de defunción de Francesco, este murió, a sus 57 años, en Rio de Janeiro el 28 de Julio de 1910 a las 4 de la mañana, a causa de una disentería crónica y fue enterrado en el Cementerio de San Francisco Javier de esa ciudad. Por cierto, en esa acta de defunción, por error, identifican al fallecido como “Francisco Copello”, pero sí se trata del bisabuelo, ya que allí se menciona a sus padres, Nicola Cupello y Felicia Corno, a Doménico Imbroisi, su yerno, y a María Giuseppina Scrivano, su esposa. Después de su muerte María Giuseppina, envió un par de cartas a mi abuelo Salvador planteando la posibilidad de vender la casa que Francesco había comprado en Paola, imagino que la idea era repartir el monto de la venta. Pero Don Salvador (el único heredero legal) no estuvo de acuerdo en hacerlo, luego el asunto no se mencionó más y definitivamente la propuesta no se llevó a cabo. Yo estuve en esa casa dos veces, en mis visitas a Paola.