Salvador Cupello Scrivano

 

Mi abuelo paterno Salvador Cupello Scrivano, nacido el 12 de Febrero de 1886 en Paola, Calabria, casado con Josefa Menda Carrero, con quien tuvo 10 hijos: Josefa, (nacida en 1913); Angelina (1914); Italia (1916); Francisco (1917); Olga (1918); Enrique (1920); Leticia (1922); Mario (1923); Nicola (1924) y Myriam (1932). Antes de su matrimonio había tenido otros tres hijos con tres diferentes mujeres: Salvador Arrieta (1908); Digna Espina (1909) y Carlos Pérez (1910). El abuelo siempre se ocupó del bienestar y educación de todos sus hijos.

Don Salvador, es hasta ahora, la persona más importante que ha habido en nuestra familia. Fue un hombre que tuvo un gran éxito en sus negocios y además se ganó un merecido prestigio por su generosidad en las obras de caridad que apoyó. Supo ascender a las alturas de la escala social, primero en Maracaibo y luego en la misma capital del país. Fue condecorado por el Vaticano, con la Orden de San Silvestre. Cuatro veces condecorado por el gobierno italiano con las órdenes de la “Stella de la Solidarieta Italiana”, “Commendatore”, “Ufficiale” y “Grande Ufficiale”, en 1956 fue elegido como uno de los 10 italianos más importantes en el extranjero. En Venezuela fue condecorado con “La orden del Libertador” (la mas importante del pais) en grado de Comendador y “Al Mérito al Trabajo” en su primera clase. Fue Cónsul honorario de Italia desde 1948 hasta su muerte. Envió ayuda a los damnificados del terremoto de Messina de 1908, en 1918, en Maracaibo, atendió a muchas víctimas de la «Gripe española», ayudó a órdenes religiosas, donó los materiales para la construcción del Sanatorio Antituberculoso y del Banco de Sangre de Maracaibo, fue directivo en muchas instituciones benéficas, fue Presidente de la Cruz Roja del Zulia, del Banco de Sangre, del Consejo Venezolano del Niño y de la Casa de Italia. Sin duda fue un hombre muy generoso, inteligente y trabajador.

Sobre su vida se ha hablado en varios artículos y a mi parecer el más exacto de ellos es el que publicó el periodista italiano Gaetano Bafile, director del periódico “la Voce d’Italia” (en lengua italiana, pero publicado en Venezuela). Bafíle entrevistó a Don Salvador en 1956, ese año publicó la entrevista en su diario y luego la incluyo en su libro “Passaporto verde”, de 1985. El Diccionario general del Zulia hace de él una reseña muy seria y también está el libro “Salvatore el Inmigrante”, basado en hechos reales, pero escrito en forma novelada por su hija Myriam, que dedicó mucho tiempo a investigar sobre Don Salvador y su época.

En mi opinión la tía Myriam para hacer su relato más interesante y por sentir una gran admiración por su padre lo presenta como un hombre que se hizo de la nada, sin la ayuda de nadie y logró superar todos los obstáculos por esfuerzo propio. Hay que decir también que el mismo Don Salvador promovió esto, al minimizar la labor de su padre Francesco, quien durante 20 años sentó las bases de todo lo que luego se hizo, y tomar poco en cuenta el esfuerzo que hicieron su hermano Vicente, sus hijos Salvador Arrieta, Carlos Pérez, Frascuelo y Enrique, que contribuyeron grandemente a la creación de ese grupo de empresas.

Sí, fue gran grupo, que a su muerte constaba, hasta donde yo sé, de la “Alfarería Occidente” y sus filiales: “Dauz” C.A. “Edificaciones Petroleras C.A” y “Alcaribe C.A.”. “Salvador Cupello C.A.”, en su mejor momento. Las tres “Joyerías Cupello” de Maracaibo. “La Urbanizadora La Boyera C.A.”. Las tres “Creditinas C.A.” de Caracas, Maracaibo y Barquisimeto. Ceinelcre SRL y Josefa de Cupello e hijas C.A. Todo esto se había logrado, sí, pero a lo largo de tres generaciones y cada una de ellas tiene su mérito. Lamentablemente fue un grupo que después de la muerte del abuelo se fracturó dividiéndose en empresas independientes, cada una de ellas con su propio dueño.

 

PAOLA Y MARACAIBO:

En 1900 toda Venezuela no llegaba a los dos millones y medio de habitantes y era un país básicamente agrícola. Cipriano Castro recién había tomado el  poder y junto con su lugarteniente, Juan Vicente Gómez, trataba de acabar con las constantes revueltas que promovían los diferentes caudillos regionales y capear la difícil crisis económica que enfrentaba el país. Maracaibo, con unos cuarenta mil habitantes era una ciudad con gran actividad comercial y tenía un puerto con mucho movimiento.

A los 14 años de edad Salvador había terminado sus estudios de “scuola media”, el bachillerato de la época, que era mucho estudio, si se toma en cuenta que para esas fechas solo tres de cada mil italianos habían estudiado en un liceo, adonde asistían solo los hijos de las familias más pudientes. Su padre, que tenía una pequeña joyería en Maracaibo, decide entonces que Salvador debía ir a esa ciudad, para ayudarlo, ya que tenía el proyecto de fundar allí una tienda más grande, la primera Joyería Cupello.

Ese largo viaje, que implicaba la separación para siempre de todo lo conocido y querido, si era duro para un adulto podemos imaginar lo que era para un niño que debía viajar solo. Sale de Nápoles en la nave “Messina”, en Génova se embarca de nuevo en el vapor “Las Palmas” de la Línea Florio e Rubattino, llega a Curazao y de allí toma la goleta “María” que en la mañana del 24 de Octubre de 1900 lo lleva a su destino. Cuenta la tia Myriam que al llegar a Maracaibo, Francesco, el padre de Salvatore (que viajaba mucho vendiendo sus joyas) no estaba en la ciudad, presumo  que por falta de información, por esos tiempos las comunicaciones eran muy dificultosas. Me imagino este pobre niño solo, asustado, saliendo del puerto de Maracaibo con su baúl, sin hablar español, recorriendo las calles de tierra, en medio del bullicio de guajiros, blancos y morenos, pasando entre las carretas, los caballos y los tranvías halados por mulas. Supongo que en esos difíciles momentos para él fue asistido por paisanos, amigos de Francesco.

Una vez que llegó su padre, a traves de este, y con el fin de que aprendiera la contabilidad, entra a trabajar por un año como aprendiz de contador en la casa de telas y sastrería “Lovisi & Caruso”, cuyos propietarios, italianos, eran amigos de la familia. Desde su llegada a Maracaibo el abuelo también contó con el apoyo de un paisano de Genova a quien llamó su mentor: Manuel Dagnino, un insigne medico, historiador, filósofo y educador; lamentablemente Dagnino murió seis meses más tarde.

Habiendo completado su aprendizaje contable comienza a trabajar en la “Joyería Cupello”, que su padre había abierto en Febrero de 1901. Tengo los libros de contabilidad de esos primeros años de actividad comercial de la joyería, llevados por él, así como las copias de su correspondencia de esos años, que el guardaba en tomos empastados.

Tanto el libro “Pasaporto verde” de Baffile, como Myriam en su libro, ambos basados en declaraciones dadas por el mismo Don Salvador, dicen que antes de salir para Venezuela la casa de Joyería napolitana “Bolognese y Rotthaver” le confió al abuelo, que tenía solo 14 años, un inventario de joyas de gran valor, que el vendió los domingos, porque durante la semana trabajaba de aprendiz contable y en solo tres meses este niño pago la deuda a la mencionada casa de Nápoles y reunió el capital con el cual fundó la primera Joyería Cupello.

Esto no tiene lógica. Ningún comerciante, por más arriesgado que sea, da a crédito unas joyas de alto valor a un niño de 14 años, por más maduro que este sea, y además a un niño que debía atravesar el Atlántico solo. Si la casa “Bolognese y Rotthaver” le entregó esas joyas fue únicamente porque estaba autorizado por su padre, Francesco, que era un cliente de esa casa y que garantizaba el pago correspondiente.

Además, como me confirmó mi primo Orlando, en los registros oficiales de Maracaibo aparece que la Joyería Cupello fue fundada en Febrero de 1901, en la calle Bolívar, esquina con calle Vargas, siendo su único dueño y fundador Francesco Cupello. Como dije antes, Francesco estaba trabajando en Maracaibo desde 1886 y ya tenía una pequeña joyería y el capital y la clientela necesaria para montar un negocio mas grande, que por supuesto, requería una muy fuerte inversión (mucho más grande que el beneficio de la venta de un pequeño lote de joyas que Salvatore trajo de Italia). El hizo venir a su hijo desde Italia para que trabajara con él y aprovechó para que este, trajera desde Nápoles, esas joyas que necesitaba para la apertura de su joyería, tres meses después.

Muchos años más tarde, a modo de ironía, en Maracaibo se hizo famoso el cuento de que a principios de siglo los Cupello andaban “en burro”, vendiendo sus joyas en el Zulia y los Andes. Es correcto, pero no era en burro, era en mulas, que en esos tiempos se usaban para viajar a los Andes, ya que tenían un paso más seguro en las montañas. No había otra alternativa, no existían las carreteras, solo trochas y con la excepción de las escasas vías férreas y marítimas, que cubrían una ínfima parte del territorio nacional no había otro medio de comunicación. Por ejemplo, para viajar a los Andes desde Maracaibo se usaban las piraguas que llegaban al sur del lago o se iba al puerto de Bobures en vapor de paletas, los famosos “steamboats” (que los maracuchos llamaban “estimbotes”). Inclusive, había un pequeño tren de Santa Bárbara del Zulia a El Vigía (unos 60 kms.), pero de ahí en adelante el único medio de transporte era el animal.

 

El comerciante alemán Otto Firnhaben en su mula. Al pie de la foto decía: “La única manera de viajar en esos días” (Maracaibo, 1912)




Steamboats o «estimbotes» en el puerto de Maracaibo, a inicios del siglo XX.

 

A principios del siglo XX el país estaba en crisis: Como vimos, entre 1902 y 1903 hubo el bloqueo a los puertos por parte de Inglaterra y Alemania, luego, en 1907, los precios del café, la base de la economía, se desplomaron. El presidente Castro no puede cumplir con las obligaciones externas que Venezuela había asumido y para obtener más fondos, demanda a varias compañías extranjeras. Los Estados Unidos, que en 1902, durante el bloqueo, habían apoyado a Venezuela, en 1907 rompen las relaciones, y se espera una invasión americana en cualquier momento. En ese año dramático, Francesco se enfermó y decide irse a Brasil. Con seguridad llegó a algún arreglo financiero con su hijo y le deja definitivamente la Joyería.

 

PROSPERAN LOS NEGOCIOS

A fines de 1908 Cipriano Castro debe salir con urgencia hacia Alemania, para operarse la próstata y Juan Vicente Gómez queda encargado de la presidencia. El 19 de Diciembre, Gómez, apoyado por los Estados Unidos, toma el poder y finalmente llegan al país la paz y la estabilidad. En 1909 los precios del café y el cacao subieron nuevamente y hasta 1914 hubo un buen ciclo de crecimiento en Venezuela. También prosperaron los negocios de Don Salvador, que en 1910 compró al Dr. Mariano Parra Paz una casa en la Plaza Baralt, que por entonces era, y lo sería por muchos años más, el eje del comercio de la ciudad. Allí, frente al Convento de San Francisco, el abuelo abriría  la nueva sede de la Joyería Cupello.

 

Don Salvador de veinte y tantos  años, soltero y dueño de una joyería. Un galán para la época.

 

Entre las centenares de cartas que escribe en esos años, que por cierto están hechas con una muy buena redacción, tanto en español como en italiano, hay una de 1911 que dirige a su tío Fedele, Scrivano, que vivía en Paola, donde le informa de dos de las inversiones que tuvo que hacer para la instalación de su nuevo negocio: Solo el  mobiliario le costó 8.000 liras italianas de la época y el nuevo inventario tuvo un costo de más de 40.000 liras. Se puede calcular el monto actual de estos gastos tomando en cuenta que él enviaba 200 liras mensuales para ayudar a su madre y 100 más para costear los gastos de estudio de su hermano Vicente, lo que también el reporta en su correspondencia. Por cierto, por esos días su cuñado, Doménico Imbroisi le prestó una cantidad de dinero para culminar los trabajos en la joyería, deuda que el abuelo luego le canceló.

Las mencionadas copias de sus cartas revelan además que a pesar de su juventud, 25 o 26 años, era un experimentado hombre de negocios que tenía proveedores de artículos de joyería y relojes en Estados Unidos, Italia, Alemania, Austria y Suiza. Además trae desde Nueva York equipos ópticos para hacer lentes que vendía en su joyería (según mi primo Orlando el abuelo estudió  optometría con un profesor de la Universidad del Zulia de nombre José de Jesús Olivares). Sorprendentemente traía también muebles de madera y hay una carta donde informa a un cliente de Puerto Cabello que tiene la licencia exclusiva de una casa de Liverpool para hacer bebidas gaseosas, para lo cual importa desde allá capsulas de gas carbónico, sifones y otros equipos. Con sus proveedores asume créditos, ordena pagos a través de bancos, exige descuentos y amenaza con devoluciones.

Con sus clientes, del occidente de Venezuela, mantiene una extensísima correspondencia, vendiendo sus artículos y cobrándolos (en algunos casos fuertemente) a negociantes de Santa Bárbara, Gibraltar, Santa Cruz del Zulia, Paraguaipoa, Mérida, San Cristóbal, Valera, Boconó, Rubio, Mucuchies, Timotes, Torondoy, Colón, Tovar, Escuque, Ejido, etc. Inclusive, hay muchas cartas dirigidas a clientes en Cartagena, Barranquilla, Riohacha, Cúcuta y Curazao.

También archiva las copias de su correspondencia personal. En Marzo de 1911 escribe a su madre y sus hermanas, que en ese momento estaban en Río de Janeiro, lamentando la muerte de su padre, que falleció allí a principios de ese año. Hay dos cartas también de 1911 dirigidas a su futuro suegro, José Ángel Menda, que estaba en Curazao con sus hijas, en una le expresa su satisfacción al saber que su salud mejora y le envía periódicos italianos. En otra acusa recibo de la postal que este le mando y le anuncia la remesa de más periódicos italianos donde aparecen noticias de la guerra ítalo turca (donde combatió el abuelo de Diana). Me llamó la atención que tanto Don Salvador como su suegro, nacidos y criados en Italia, se escribían en español.

En otra carta de Marzo de 1912, dirigida a su amigo italiano Arístides Cecchi, le anuncia su compromiso con Josefa María Menda, “hija de un hombre de negocios italiano” y su probable matrimonio en el mes de Mayo. Se casó a los 26 años (Josefa María de 23), el 12 Junio de 1912, en la Catedral de Maracaibo y el evento se festejo en la casa de los Menda, en la Plaza Baralt. La pareja se domicilió en una espaciosa casa que Don Salvador compró en la zona residencial del Milagro, adonde estaban también las grandes residencias de las familias tradicionales de Maracaibo. Esta casa tenía un embarcadero y un vaporcito que el abuelo usaba para pasear por el lago con la familia y amigos; mi tía Alicia, hace muchos años, me enseñó en Roma un álbum de fotos donde aparecía esta casa y el barquito. 

Once meses después del matrimonio nació su primera hija, la tía Josefa, y Don Salvador le pide  a su suegro, José Ángel Menda, que fuera el padrino de la niña, pero como este estaba viviendo en Curazao con sus hijas menores, fue representado por su hijo mayor, Blas.

En  Octubre de 1914 Don Salvador trajo desde Río de Janeiro a su hermano menor, Vicente, que tenía 19 años, y lo asoció minoritariamente en la joyería. El negocio entonces se llamó: “Salvador Cupello & Hno. Joyería, Relojería y Óptica”. Como acotó Orlando en uno de sus artículos: Tanta fama adquirió el negocio que los poetas populares le dedicaron varias poesías, una de ellas decía: “El Cupello y sus relojes de afamada joyería, que no marcan bien la hora, ni de noche ni de día.

En Octubre de 1914 nace su segunda hija, Angelina.  Esa año traería otro difícil periodo que duraría cuatro años, comienza la primera guerra mundial y casi todos los países proveedores de la joyería se encuentran envueltos en el esfuerzo bélico. La actividad comercial decae en todo el mundo. En su correspondencia a amigos y proveedores Don Salvador se lamenta de la dificultad de abastecer su negocio y de la crítica situación económica de la región. También informa a un pariente italiano: “En Maracaibo hay una invasión de ingenieros ingleses y americanos, explorando en busca de petróleo y carbones fósiles». Efectivamente, ese mismo año, en Julio de 1914 entra en operaciones el primer pozo petrolero de Venezuela, el Zumaque 1.

 

La Joyería Cupello en la Plaza Baralt de Maracaibo durante la primera guerra mundial. Se puede leer el letrero “Salvador Cupello & Hno. Joyería, Relojería y Óptica”. Se pueden ver también la estatua de Baralt, parte del Convento de San Francisco, las señoras con vestidos hasta los tobillos y las vías del tranvía, que en esos tiempos era arrastrado por mulas. El local tenía  vecinos importantes: A la derecha Max Ferrer que vendía sombreros (en esos tiempos un hombre que se estimaba jamás salía a la calle sin sombrero), a la  izquierda  la Casa Amado & Co.  y más a la izquierda se ve la tipografía donde se imprimía el Diario Panorama, cuyo primer ejemplar circuló el 1 de Diciembre de 1914.

 

En 1917 nace su primer hijo varón, Francisco (o Frascuelo), y a fines de 1918 termina la guerra , pero las dificultades se prolongan. Ese mismo año la bisabuela, María Giuseppina Scrivano de Cupello muere en Rio de Janeiro, víctima de la «gripe española», una pandemia que se extendió por todo el mundo causando más de 50 millones de muertes (muchas más de las que causó la guerra). Imagino la tristeza que le trajo esta noticia al abuelo, las madres son muy importantes en la mentalidad de cualquier italiano, especialmente los meridionales.

En Maracaibo esta epidemia creó una grave situación de emergencia, el diario «Panorama», que se editaba al lado de la Joyería Cupello, reportó que casi todo su personal “había caído en el lecho de la enfermedad” y reduce su formato a tan solo dos páginas. Los dos hospitales de la ciudad estaban colapsados y muchos contagiados no podían recibir una atención adecuada. Así que, a manera de ayuda y  en memoria de su madre, decidió convertir su gran casa de El Milagro en un centro de asistencia para pacientes necesitados, mudó a su familia a otra residencia temporal, compró colchones, ropa para camas, medicinas, contrató un servicio domestico para alimentar y cuidar a los enfermos y a un médico, el Dr. Pons, que iba dos veces al día,  pudiendo atender allí  hasta 25 pacientes. 

La pandemia cedió a principios de 1920 dejando un saldo de más de 25.000 muertos en todo  el país, y solo en el Zulia fallecieron más de 800. Pero luego, con la explotación del petróleo, se inicia en el país un nuevo ciclo con un crecimiento económico sostenido, que duró  sesenta y cuatro años, hasta 1982.

 

ITALIA, LA GUERRA Y CARACAS

En Julio de 1920 nace mi papá, Enrique, Y en 1921 al abuelo le diagnosticaron, erróneamente que padecía de tuberculosis y decidió radicarse en Italia adonde le podían atender mejor esa enfermedad y donde además habían nuevas posibilidades para inversiones, a tal efecto, vendió su casa de El Milagro, (donde funcionaría luego el Club Alianza de Maracaibo), dejo a su hermano Vicente a cargo de la Joyería  y viajó con toda la familia a su ciudad natal, Paola, donde nació la tía Letty en 1922 y donde, en 1923 murió, a los ocho meses de nacido, un nuevo hijo, «Mario» (Maruchito), a causa de una enfermedad  pulmonar  que no fue bien atendida  medicamente y fue enterrado en el Santuario de San Francisco de Paola. Luego se mudaron a Nápoles, donde alquilaron una casa muy cerca de la Cartuja de San Martino; allí, en 1924, nació el tío Nicola. 

 

Foto enviada al tío Vicente por su hermano Salvador, en 1922. Allí se ve a la familia Cupello Menda, recién llegada a Italia. En la fila de atrás, de izquierda a derecha, aparecen el tío Francisco (Frascuelo) de 5 años, la abuela Josefa de 33 y el abuelo Salvador, de 36. En la fila de adelante salen la tía Angelina de 8 años, la tía Olga de 4, mi papá (Enrique) de 2 años, la tía Alicia (Italia) de 7 años y la tía Josefa de 9. Aún no habían nacido la tía Letty (1922), El tío Nicola (1924) y la tía Myriam (1932).

 

 A fines de 1924 el abuelo terminó de construir su propia casa, la «Villa Cupello», un elegante edificio de cuatro pisos en la prestigiosa zona residencial de «El Vomero», en la calle “Luigia Sanfelice”, (una heroína napolitana de la época de Napoleón). En 1932 nació allí mi tía Myriam.

 


La Villa Cupello en el Vomero, Nápoles. En el último piso, con acceso desde otra calle más alta, estaba el apartamento de mis abuelos y los restantes pisos estaban destinados al alquiler. El edificio tenía una capilla, dedicada a San Francisco de Paula donde se daba la misa los domingos.

Yo conocí la casa en 1977, fui con mi papá y Diana, los dueños del último piso nos permitieron entrar y verla por dentro, el salón, el comedor y el cuarto de mis abuelos tenían frescos en los techos.
En la postguerra los impuestos sobre la propiedad en Italia eran altísimos y los alquileres estaban bloqueados por el gobierno, mi abuelo que perdía dinero cada mes decidió vender la casa. Quizá este fue el peor negocio de su vida, Algunos años más tarde Italia se recuperó y las propiedades inmobiliarias subieron mucho de precio. Quién sabe cuánto valdría este edificio hoy en día.

Por esos tiempos mi abuelo viajaba constantemente entre Venezuela e Italia. En 1923, estando en Maracaibo, el abuelo compró una pequeña alfarería a la que por supuesto rebautizó como “Alfarería Cupello” y que poco a poco fue creciendo.

También en 1923, ante la falta de relojeros calificados que había en Maracaibo, decidió enviar a Suiza a su hijo mayor, Salvador Arrieta, para que estudiara relojería en la más importante escuela de relojería del mundo, la “Ecole de Etudes d’Horlogerie de Geneve”, allá el tío Salvador aprendió a hablar dos idiomas suizos, el francés y el italiano y después de tres años de estudios completó con éxito todos los requerimientos de ese prestigioso instituto, uno de ellos era que cada uno de sus graduandos fabricaran por si mismos dos relojes completos, cuyo funcionamiento seria chequeado luego por un comité examinador, y así obtuvo el título de “Maestro Relojero”. A su regreso a Venezuela Don Salvador y su hijo obsequiaron uno de los dos relojes al entonces Presidente de la República, el General Juan Vicente Gómez (mi abuelo siempre decía, muy acertadamente: «Este, es el país de los compadres»). El otro reloj lo conserva la familia Arrieta y aún funciona perfectamente. Estos son seguramente los únicos relojes que han sido totalmente fabricados por un venezolano.

 

Reloj fabricado por Salvador Arrieta en 1926 en Ginebra


1926, día de graduación en la “Escuela de Relojería de Ginebra”, en Suiza. Salvador Arrieta, de 18 años, está en el centro de la fila de atrás, el más moreno de los graduandos. Imagino que el señor en primer plano debe ser el director del instituto. Algo que me llama la atención es que muchos de los alumnos son mujeres, lo que no era muy frecuente durante esos años donde el patriarcado existía en todo el mundo y las mujeres por lo general solo se ocupaban de las labores del hogar y de atender a su esposo e hijos.


La Joyería Cupello hacia 1925. En primer plano aparece Vicente Cupello, de unos treinta años (nació en 1895).Vicente era el hermano menor de Don Salvador, era socio minoritario del negocio y se hacía cargo del mismo durante las ausencias de su hermano, cuando este estaba en Europa. El niño, de unos 14 años, que está en el medio es Carlos Pérez, hijo de Don Salvador. Ya para ese mismo año otro hijo, Salvador Arrieta, estaba en Suiza estudiando relojería. Como se puede ver la joyería estaba muy bien surtida, el mobiliario que se aprecia en la foto es el mismo que el abuelo mandó a hacer en 1910, cuando instaló la joyería en la Plaza Baralt. Se puede apreciar también que allí se vendían infinidad de artículos: Relojes, joyas, platería, vajillas, cubiertos, lámparas etc., y además lentes, ya que, como mencione antes, allí funcionaba también una óptica.

 

Entre 1924 y 1927 Don Salvador no estuvo en Maracaibo, se quedó en Europa donde hizo negocios y compras para la joyería y la alfarería, mientras tanto su hermano Vicente se ocupó de todo hasta su regreso, en 1928. En 1929 todo el mundo entró en recesión por la caída de la bolsa en Wall Street, fueron tiempos difíciles también para Venezuela, el precio del café volvió a caer y disminuyó la producción petrolera. A causa de las dificultades en sus negocios el abuelo no pudo viajar a Italia sino hasta 1931, cuando la situación comenzó a normalizarse, un año después nació en Nápoles la tía Myriam. En 1933 Don Salvador regresó de nuevo a Maracaibo, pero esta vez  venía acompañado de su hijo mayor, Francisco, que tenía 16 años e iba a ayudar a su padre que en ese momento comenzaba la ampliación de la alfarería. Se dice que a fines del siglo XIX habia sido muy famoso un torero español, Salvador Sánchez, apodado «Frascuelo» y los maracuchos le pusieron ese sobrenombre a Francisco. Aunque pienso que también podría ser una abreviatura de Francisco Cupello.

En Diciembre de 1935, muere Juan Vicente Gómez y comienza, con muchos tropiezos el gobierno del General López Contreras, que inicia una transición hacia la democracia. En Junio de 1936 llegan a la Guaira, en el vapor italiano «Orazio», mi papá, de 16 años y el tío Camilo, (novio de la tía Italia) que había aceptado una oferta del abuelo, para trabajar con él. Después de pasar unos días en Caracas, adonde el abuelo acababa de alquilar una casa en el centro de la ciudad, en la Parroquia de Altagracia, fueron luego a Maracaibo y se instalaron en la “Quinta Nápoles”, una casa que Don Salvador se había mandado a hacer a fines de los años veinte en Maracaibo, en la Calle Marvéz de Bella Vista, entre la calle 76 y Santa Rita. En esa casa también vivió durante unos meses mi familia, cuando yo era muy niño.

Vista lateral de la Quinta Nápoles, en Maracaibo.  En la parte más alta, detrás de la baranda, se puede apreciar un anexo grande adonde por muchos años vivió el tío Frascuelo, que era el gerente de la Alfarería Cupello (luego Alfarería Occidente).

 

Para 1936 Maracaibo había crecido mucho, tenía más de 120.000 habitantes, un puerto de ferris y un aeropuerto, sin embargo papá decía que la ciudad era aún  muy primitiva. No había servicio de agua, esta solo provenía de los aljibes, unos tanques subterráneos que tenía cada casa, allí se recogían las aguas en las temporadas de lluvia y se almacenaban  para el resto del año, no había sistema de cloacas, solo pozos sépticos y solo había una calle pavimentada en toda la ciudad.  En Septiembre de ese año, ante la perspectiva de una guerra en Europa, el resto de la familia, llegó a La Guaira en el Vapor Virgilio..

Se cuenta que por esos días el abuelo y su hermano Vicente discutían constantemente en dialecto calabrés; imagino que el tema eran los enormes costos que había tenido la ampliación de la “Alfarería Cupello” (de lo cual se hablara más adelante) y el viaje de regreso de toda la familia Cupello Menda a Venezuela, que incluía además un gran mobiliario; costos que habrían comprometido el patrimonio de la Joyería Cupello, de la cual el tío Vicente era accionista. Estas discusiones motivaron al tío Camilo a no involucrarse en dichos problemas familiares y en 1937, después de su matrimonio con la tía Italia decidió irse a vivir en Roma. Imagino también que a causa de estas discusiones el tío Vicente decidió vender al abuelo su parte de la joyería, que a partir de entonces se llamaría «Salvador Cupello y Compañía Sucesores».

 

LA GUERRA

Una breve cronología: En 1937, la tía Italia, que para entonces vivía en Nápoles con su esposo, el tío Camilo Tosti, sale embarazada y el 8 de Junio de 1938 nace mi primo Carlos. El dos de Abril de 1939 la tía Josefa, de 26 años, llega a Italia con un pasaporte diplomático venezolano donde se lee “Librado a la Srta. Josefa María Cupello, delegada al decimo Congreso de la Acción Católica, que se reunirá en Roma”. Poco después, el 1 de Septiembre de 1939 estalla la segunda guerra mundial, y en Junio de 1940 Italia entra en ella del lado de Alemania. El tío Camilo es enviado entonces a Libia (que en esos tiempos era una colonia italiana) como teniente a cargo de una sección de artillería antitanques.

 

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El tío Camilo en Tobruk (Libia).

 

La tía Italia y Carlitos en Nápoles, 1940

 

Desde su llegada a Roma la tía Josefa entró a la Academia de Bellas Artes, donde estudiaba pintura, y a través de la mamá del tío Camilo, entabla amistad con la princesa Enza Pignatelli Aragona, y comienza a trabajar con ella en la Acción Católica de Roma, mayormente dando asistencia a los hebreos que estaban muy afectados por las leyes raciales decretadas por Mussolini en 1938. Su misión era llevar medicinas y otros artículos a los habitantes del ghetto de Roma y a los judíos que estaban protegidos por la iglesia en los sótanos del Vaticano, (me dijo su hija, Aracelis, que la tía escondía estos envíos entre los utensilios de pintura que llevaba con ella), acciones que eran muy comprometedoras dadas las circunstancias. Otra información dada por Miriam Tosti, es que la tía Josefa iba regularmente al Vaticano portando cartas de los judíos para que fueran enviadas desde allí, ya que al mandarlas por el correo italiano podían ser interceptadas.

Álvaro, nieto de la tía Josefa, recuerda que su abuela le dijo en una oportunidad que en algunos casos ella debía encontrarse, en un lugar determinado, con algún miembro de la comunidad judía de Roma, y se identificaban, en clave, con un saludo en italiano que tenía un significado en hebreo, y que sonaba como “ché”. Se me ocurre que el saludo era “che c’é” (que hay, y se pronuncia “queché”), y según amigos judíos una palabra hebrea que suena casi igual podría ser “kosher” (que se pronuncia con acento en la “é” y se usa para identificar a un judío ortodoxo o una comida correcta para ellos). Álvaro por su parte ingresó la voz “queché” en un traductor al hebreo y el resultado fue “imposible”. O sea, Si la tía saludaba con un “che c’é” y la persona le respondía con un “koshér” o con un “impossibile” se identificaba como judío, y si alguien los escuchaba no le daría importancia. Claro, ambas hipótesis son solo meras especulaciones.

Desde el primero Noviembre de 1940 la ciudad de Nápoles comenzó a ser fuertemente bombardeada por los ingleses, casi todas las noches sonaban las sirenas y se debía ir a los refugios antiaéreos. Se resuelve entonces que ambas tías estén juntas en  Roma, donde la tía Josefa vivía, en la Vía Nomentana, muy cerca de la “Villa Torlonia”, la residencia de Mussolini, Allí estarían más seguras, ya que los ingleses habían decidido no bombardear esa ciudad por su gran patrimonio histórico y artístico, y además por ser la sede del Papado.

 

Carnet de Identificación de la tía Josefa como estudiante de la Academia de Bellas Artes de Roma, entre 1940 y 1941. La firma del Presidente de la academia es del Conde Alberto Benicelli, muy amigo de mi suegro, yo lo conocí en Roma a inicios de los setenta.

 

En Noviembre de 1941, después de 241 días de asedio, los ingleses logran tomar la ciudad de Tobruk (Libia), el tío Camilo fue capturado por los ingleses y llevado a un campo de prisioneros en la India, en el Himalaya, adonde estuvo hasta el fin del conflicto.

Ya en 1941 la situación en Italia era muy difícil, escaseaban muchos artículos, imperaba el mercado negro y se pasaba por muchas necesidades. La tía Alicia, de 23 años, estaba muy delicada de salud y su hijo Carlos, de tres años, tenía problemas de nutrición. Se decide entonces el viaje de las tías a Caracas, y siendo ambas venezolanas por nacimiento, y con las recomendaciones de la Acción Católica y de la Embajada de Venezuela, obtienen un permiso de salida, llevando consigo a Carlitos. Pero antes de salir de Roma la mencionada princesa Pignatelli, sabiendo que ellas regresarían a Venezuela vía Nueva York, se apareció en la casa de las tías con una niña judía de 8 años que había llegado a Italia como refugiada, pidiéndoles que la llevaran con ellas y se la entregaran a unos familiares en esa ciudad, lo que las tías aceptaron.

Y se inicia así un difícil periplo, que se puede detallar, ya que Álvaro tenía en su casa el pasaporte de la tía Josefa: El 10 de Noviembre de 1941 salen en avión de Roma hacia Madrid y en el aeropuerto de Barajas tienen un fuerte altercado con unos funcionarios alemanes que querían retener a la niña, por ser judia y tener la nacionalidad alemana; por esos tiempos Alemania tenía mucha influencia en España y era considerada como una aliada; afortunadamente, con la ayuda del personal español del aeropuerto, esa misma noche pudieron tomar el avión a Lisboa, adonde llegan el día 11. El 14 abordan el trasatlántico americano SS Excambion, logrando que las autoridades del barco dejaran que la niña, que tenia pasaje de tercera clase, estuviera con ellas en su camarote de primera.

 

Parte del pasaporte de la tía Josefa, donde se pueden ver los visados y registros de entradas a los varios países que por los que tuvieron que pasar las tías en el mencionado “periplo”.

 

Álvaro también consiguió, por internet, la lista de pasajeros extranjeros llegados a Nueva York en el Excambion, y de ahí se pudo recabar mucha información: La niña hebrea se llamaba “Dela Laszlo”, nacida en Budapest, Hungría, de nacionalidad alemana y de religión judía, que viajaba a Nueva York acompañada de “amigos”; se averiguó también que su madre se llamaba “Madelaine Ludwig” y vivía en Múnich. En ese mismo año, 1941, en Alemania se había intensificado la persecución a los judíos, y miles de ellos habían sido enviados a campos de concentración, es obvio que para protegerla, su familia haya decidido enviar a Dela a los Estados Unidos, donde su padre residía.

Llegan a Nueva York el 24 de Noviembre, y según la misma lista de pasajeros la niña hebrea es entregada a su padre, Sandel Laszlo, que vivía cerca de esa ciudad, en la población de Lake Peekskill, salvándola así del holocausto.

 

El trasatlántico SS Excambion, en Nueva York

 

El 7 de Diciembre Japón bombardea Pearl Harbour, para ese momento las tías aún están en Nueva York esperando la salida de su barco hacia Venezuela, presencian la reacción de la población americana ante este hecho que provocó la inmediata declaración de guerra de Estados Unidos a Japón, y una  semana más tarde a Alemania e Italia.

Finalmente logran embarcarse hacia Puerto Cabello, llegando allí el 25 de Diciembre, sanas y salvas. Tuvieron mucha suerte, pocos días después, el 2 de Enero de 1942, Venezuela rompe relaciones con los países de “El Eje” (Alemania, Italia, y Japón). La respuesta no se hizo esperar, el 16 de Febrero de 1942, varios submarinos alemanes abrieron fuego contra siete buques tanqueros cargados con petróleo venezolano, hundiendo tres (uno de ellos el “Monagas», de bandera venezolana) y haciendo daños de consideración a los otros cuatro.

Venezuela toma entonces represalias contra los residentes alemanes e italianos y decide que los ciudadanos de estos países fueran puestos en una “lista negra”, y ellos no podrían ejercer negocios en el país; Don Salvador, siendo italiano, formaba parte de esta lista; el Presidente Isaías Medina Angarita (amigo de la familia) le ofreció la nacionalidad venezolana, pero el abuelo decía: “La madre y la patria no se cambian”, y simplemente traspasó sus compañías a sus hijos Francisco y Enrique, que eran venezolanos por nacimiento.

En 1944, en plena guerra mundial, mi papá, a petición de mi abuelo, interrumpió sus estudios de medicina; por esos días las importaciones se dificultaban grandemente, casi toda Europa y los Estados Unidos estaban envueltos en el esfuerzo bélico y muy pocos barcos navegaban hacia Venezuela por temor a ser hundidos por los submarinos alemanes que acechaban por todo el Atlántico y el Caribe impidiendo el tráfico comercial con los proveedores usuales del país, por lo que localmente había una gran escasez de todo tipo de productos. Después de varios años sin poder reponer sus inventarios la joyería necesitaba mercancía con urgencia. Mi papá tomó un avión de la Pan American en el aeropuerto de Grano de Oro de Maracaibo, llegó a Nueva York y luego de 2 meses en los Estados Unidos, logró traer en sus maletas muchos productos que permitieron la subsistencia de la joyería hasta el final de la guerra, en 1945. Entre esos productos, además de joyas de oro y plata y relojes, estaban también los primeros lentes Rayvan, que llegaron a Venezuela, esos lentes estaban de moda en USA, ya que los usaba el gran héroe del momento, el General Douglas Mac Arthur, y que por supuesto, tuvieron un gran éxito en Maracaibo.

 

Aviso de Joyería Cupello en un periódico de Maracaibo, en 1942, durante la segunda guerra mundial, ofreciendo un variado surtido de mercancía (traída por mi papá).

 

CARACAS

Debido a la expansión de sus negocios, Don Salvador viajaba constantemente a la capital, además el clima de Maracaibo no le favorecía a mi abuela, que sufría de asma, así que, desde que ella llegó de Italia, en 1936, se decidió tener una casa en Caracas. Primero se consiguió una en alquiler en la parroquia de Altagracia, esquina de Salas la parte más elegante del centro de la ciudad adonde temporalmente se mudaron mi abuela y mis tías. En 1937, en la Iglesia de Altagracia se casaron la tía Italia y el tío Camilo

Más tarde los abuelos alquilaron otra casa en la Avenida República de El Paraíso, la urbanización de moda en ese entonces; y finalmente, en 1942, los abuelos se mudaron a su recién construida casa, en la Avenida Páez de esa misma urbanización, la llamaron “Quinta Josefa María” en honor a mi abuela. Era una especie de Palacete en estilo renacimiento que ostentaba en el balcón y en la entrada los escudos de piedra con los blasones de nobleza que mi abuelo atribuía a la familia, por cierto, los tengo en mi casa de La Boyera.

En la parte baja de la casa había un espacioso ingreso, un gran salón, una sala más pequeña, un amplio comedor y un estudio, todos con muebles estilo renacimiento traídos de Italia, al final del salón principal había una escalera de madera y detrás de esta un enorme vitral de colores tipo Tiffany. Debajo de la escalera había una especie de cabina con un teléfono de pared y a su lado una pequeña puerta que se abría en navidad y mostraba un gran pesebre con antiguas figuras napolitanas de la Sagrada familia, con los pastores y los reyes magos. En la parte alta de la casa estaba otra gran sala, con una mesa en el medio, frente a un televisor, adonde el abuelo cada noche, y hasta su muerte, montaba las correas de los relojes que llegaban de Suiza y que llevaba a su casa cada día después del trabajo, en un maletín de cuero marrón. Alrededor de esta sala habían seis habitaciones, dos de ellas muy grandes, separadas por un balcón: La de los abuelos y el llamado «cuarto de la torre», por estar ubicado en lo alto de la torre de la entrada.

En esa casa se casó la tía Letty, en 1942, y luego las tías Josefa y Angelina. Los matrimonios los celebraba el Nuncio Apostólico de turno; en la parte alta de la casa se colocaba un altar al frente del vitral de la escalera y en el resto de la sala se ponían las sillas para los asistentes, luego de la ceremonia los novios e invitados bajaban al salón principal, donde se celebraba el evento. Menciono acá que en las bodas de sus hermanos, de sus hijos y de muchos sobrinos la tía Angelina cantaba el Ave María de Gounod.

La quinta Josefa María en los sesenta, con su torre al frente y exhibiendo sobre la puerta de entrada  y en el balcón, los escudos de nobleza antes mencionados. A fines de los años cuarenta, cuando se amplió la Avenida Páez, el gobierno le expropió al abuelo una buena parte del jardín.

 

Reunión familiar  en el Salón principal de la Qta. Josefa María, a mediados de los setentas. Muchos de los muebles y el vitral de la escalera están ahora en la casa de mi tía Angelina.

 

INVERSIONES

Hablemos ahora de los negocios de mi abuelo y debemos volver unos años atrás: Si bien la Joyería Cupello fue su negocio base, la mayor parte de su fortuna la hizo a través de otras inversiones. En 1933 resolvió aumentar drásticamente el volumen de producción de su alfarería y a tal efecto compró en Europa un gigantesco horno marca “Hoffmann” y otros equipos. Todo el mundo lo desaconsejó, ya que Maracaibo era muy pequeño para la capacidad que él quería montar, sin embargo, “testa dura” como buen calabrés, siguió adelante con su cometido. El 21 de Octubre de 1935 se completó la ampliacion que multiplicó la producción de la fábrica.

Este, fue su mejor negocio, por esos años las petroleras que operaban en el país incrementaron grandemente sus inversiones en el Zulia. Cada año se registraban aumentos en la producción petrolera y se abrían nuevos campamentos, oficinas y edificaciones. En 1941, con la entrada en guerra de los Estados Unidos la demanda de petróleo creció aún más, así como la demanda de materiales de construcción y la Alfarería Cupello estaba en condiciones de satisfacerla. Hay que mencionar que mi tío Francisco fue la persona que dirigió la alfarería hasta llevarla a lo que llego a ser. Don Salvador tuvo la idea inicial y completó el proyecto, pero luego él delegó  la gerencia de la alfarería en “Frascuelo”.

Después de la guerra, a través del tío Camilo, vino a Venezuela Giulio Galletti, un ingeniero italiano cuya familia poseía una alfarería en Perugia (Umbria, Italia), por lo que sin duda tenía un gran conocimiento de este oficio. Fue empleado por el tío Frascuelo y su labor fue tan eficiente que en 1948 fue asociado a la compañía con un 25% de las acciones. La alfarería continuó creciendo y Galletti llegó a tener hasta un 50% de la empresa y el tío Frascuelo el restante 50%. En sus últimos años viajaba atendiendo sus negocios en Perugia y Maracaibo y vacacionaba en su casa de Niza, en La Costa Azul. Murió en Julio de 1988. Informacion que me fue dada por mi prima Anabella.

Posteriormente el nombre de la «Alfarería Cupello» paso a ser «Alfareria Occidente». Anexo ahora el texto de una gaita que salió en Maracaibo en la navidad de 1956:

 

Es de mejor condición la Alfarería Occidente

así lo dice la gente que entiende de construcción

cantemos con emoción por su trabajo consciente

Mi casa parece el cielo Porque ella se ha construido

con material que ha venido de Alfarería Cupello.

Cupello siempre ha donado material al sanatorio

a hospitales, a oratorios y ni un centavo ha cobrado.

La Alfarería Occidente tiene prestigio de antaño

Feliz Pascua, Feliz Año Le deseamos a su gente.

 

 


Foto de una parte de la Alfarería Occidente durante los años sesenta. En 1935, se le hizo una gran ampliación que incluía cintas transportadoras, grandes hornos  y una chimenea de más de 30 mts. de altura, y por primera vez se produjeron en Maracaibo bloques huecos (ver foto). De acuerdo al Diccionario General del Zulia la alfarería Occidente llegó a ser la más moderna del país.

Otro de sus negocios, “Salvador Cupello C.A.”, fue una evolución de la Joyería Cupello. Esta joyería vendía relojes Omega desde su fundación, en 1901. En 1918, a través de una comunicación de la casa “Omega Louis Brandt et Frere”, se le otorga a la Joyería Cupello la distribución de la marca “en la ciudad de Maracaibo y provincia (Zulia y los Andes)”. En 1938 se extendió esa distribución a toda la zona occidental. En el resto del país, incluyendo Caracas, la Joyería Hernández tenía la representación de esa marca, pero una empresa filial de Omega, “Charles Tissot et fils”, ese mismo año de 1938 nombró a la Joyería Cupello como su distribuidor exclusivo en todo el país. Fue necesario construir dos pisos más en el local de la joyería, con el fin de albergar las nuevas oficinas.

 

La Joyería Cupello, durante la segunda guerra mundial, ya con sus cuatro pisos en estilo “Art Deco” de la época y con los avisos de Omega y Tissot en la pared lateral. El nombre había cambiado a “Salvador Cupello & Co. Sucs.”. El reloj que aparece en la parte baja de la fachada, era conocido en Maracaibo como “El reloj de Cupello”

 

En 1950 la casa Omega de Suiza le dio la representación oficial de sus productos para toda Venezuela a Salvador Cupello C.A. Ese año la empresa se mudo definitivamente a Caracas ya que los volúmenes de venta aumentaban constantemente y se debía tener una sede en la capital. Esta estuvo inicialmente en la esquina de Bucare a Maderero No. 198, oficina 8, telefono 86329 y mi papá estaba a cargo de ella, pero ese mismo año él tuvo un desprendimiento de retina y debió salir de urgencia a Barcelona, España, a operarse con el Dr. Barraquer. El tio Camilo pidió entonces un permiso temporal en el Ministerio del Transporte de Italia, adonde trabajaba, tomo un rápido curso en la fábrica Omega de Suiza, salió para Caracas y por varios meses fungió como gerente de la firma, hasta el regreso de mi papa; de heho, en los registros de la compañia del año 1951, aparece el tio Camilo como uno de sus directores. En 1952 la compañía se mudo al edificio José Mendozza, en la esquina de Gradillas a Sociedad, adonde funciono durante 50 años.

 

El Edificio José Mendozza. En los años sesenta Salvador Cupello C.A. compró a la familia Mendozza los pisos tercero, cuarto quinto, sexto y el sótano para albergar sus oficinas.

 

Durante mucho tiempo Salvador Cupello C.A. fue un modelo de agencia para la casa Omega de Suiza. Tenía más de 100 empleados, su propio departamento de publicidad, que incluía la decoración de Joyerías y fabricación de centros de vitrina. Contaba con 12 vendedores repartidos en tres ciudades del país y grandes talleres de servicio de post venta y ensamblaje de relojes. En su mejor momento, a finales de los años sesenta, más de un 50% de los relojes que se vendían en Venezuela provenían de Salvador Cupello C.A.

Con las ganancias de Salvador Cupello C.A. en 1956 se creó otra empresa, “Urbanizadora La Boyera C.A.” (también a cargo de mi papá), que compró una vieja hacienda en el sureste de Caracas, entre la Trinidad y el Hatillo, y allí hizo movimientos de tierra, instaló servicios públicos, creó calles y parques, vendió más de 150 parcelas y construyó y vendió unas 30 quintas y más de 100 apartamentos. Otras filiales de Salvador Cupello C.A. fueron «Creditina C.A.», en asociacion con las Joyerías «Tina», y con oficinas en Caracas, Maracaibo y Barquisimeto. Y «Ceinelcre C.A.», destinada a dar información crediticia a empresas que trabajaban en este ramo.

 

LA TERCERA GENERACIÓN

Hablemos ahora de los hijos del abuelo: Mi tía Josefa (nacida el 23.04.1913) como mencioné antes, en 1941, en plena guerra mundial regresó de Italia a Venezuela. Estando en Caracas conoció a mi tío Víctor Crassus y se casó con él en Septiembre de 1943. En 1952 se separa de Víctor a causa de sus problemas alcohólicos y regresa a Roma con sus hijas, Aracelis y Carmen Elena, permaneciendo allí hasta 1963, cuando vuelven a Caracas, adonde se radican definitivamente. Estudió pintura y se dedicaba a ella en sus ratos libres

También mencionamos a la tía Italia (nacida el 15.12.1915) que se casó con el tío Camilo en 1937 y fueron a vivir a Nápoles, donde residía la familia Tosti; en 1941, a causa de la guerra, regresó a Venezuela con su hermana Josefa y su único hijo, Carlos. Finalizado el conflicto el tío Camilo, que había estado prisionero en La India, se reunió con ella en Caracas y luego la familia regresó a Italia. Y acá cabe otro comentario: La tía me dijo que su nombre real era Alicia Italia, y que ella prefería el nombre de Alicia, pero cuando llegó a Nápoles, de siete años, y dijo que este era su nombre, las niñas de su colegio para molestarla le decían «alice salata», en español «anchoa salada»; por lo que en adelante optó en tomar el nombre de Italia.

 En referencia a la tía Angelina (14.10.1914), casada con Rafael Risquez Iribarren (16.05.1913) doctorado en medicina, hijo del eminente médico Francisco Antonio Risquez, que fue profesor universitario y periodista científico. Angelina tuvo cuatro hijos: Angelina (Zanahoria), Diego, Silvia y Eliana. Amaba la música y era una muy buena soprano.

La tía Olga (01.07.1918), casada con Arturo Luis Berti Márquez (05.08.1912),  ingeniero sanitario, que junto con Arnoldo Gabaldón erradicó la malaria en Venezuela. También era una buena pintora, recuerdo que a los once años mis padres me regalaron una cámara fotográfica y la tía me llamaba para que le sacara fotos a sus cuadros. Tuvo cuatro hijos: Elena, Arturo, Beatriz y Margarita.

Y la tia Letty (nacida en Paola el 01.01.1922), casada con Enrique Amado Rincón (12.01.1910), de una importante familia de Maracaibo, después de casada se fue a vivir en Maracaibo y tuvo seis hijos María Eugenia, Enrique Eduardo, Ricardo, Carlos, Humberto y Ana María. Estas tías llevaron la vida que se esperaba de las señoras de su época: tener hijos, criarlos y atender sus casas; obligaciones que cada una de ellas cumplieron excelentemente.

Pasamos al tío Francisco, o Frascuelo (14.02.1917), como mencione antes, llegó de Nápoles en 1933, y más tarde se ocupó de gerenciar la Alfarería Occidente, convirtiéndola en una gran empresa. Frascuelo era en verdad especial: Elegante, inteligente y simpático, cuando era soltero tenía fama de «Don Juan». A los 33 años se casó, con Honoria Senior (o la «Nena Senior»),  nacida en Coro, (17.04.1927 ) en la antigua «Casa de los Senior» (construida en 1759 en el casco histórico de esa ciudad).  La tía Nena era una mujer muy bella y elegante de la sociedad de Caracas, el matrimonio tuvo tres hijas, Anabella, María Elena y Adriana. Fue un empresario muy exitoso: industrial, constructor, presidente de la Cámara de Industriales del Estado Zulia. En fin, todo un “winner

 

Maracaibo, a principios  de los 50’s. En primer plano Frascuelo y la Nena Sénior, recién casados, Definitivamente se veían muy refinados. La niñita de la foto es mi prima, María Eugenia Amado y en la fila de atras aparecen sus padres, Enrique Amado y su esposa Leticia Cupello de Amado.

 

Recuerdo que un día de Febrero de 1967 llamaron desde Maracaibo; el tío Frascuelo había tenido una hemorragia cerebral y estaba muy grave. Mi papá que estaba en la oficina, fue a su casa a buscar a mi mamá para salir inmediatamente a Maracaibo; en esos tiempos no había celulares y cuando llega se encuentra con la noticia: El tío Frascuelo ya había muerto, esa fue una de las pocas veces que vi a papá llorar. Esa misma tarde tomó un avión con mi mamá. Yo (recién cumplidos los 17) pude conseguir otro vuelo al día siguiente, llegando a Maracaibo temprano en la mañana. En el aeropuerto tomé un taxi para ir a la casa de los tíos, pero el taxista me dijo que la dirección que yo tenía no era correcta, no conociendo la ciudad no le pude dar mayor información, a lo que él me preguntó: «¿A casa de quien vais vos?» y le conteste «a casa de Francisco Cupello», enseguida me dijo «Ah ok, yo te llevo»; me sorprendí y le pregunté si el conocía al tío y me respondió: «No, nunca lo conocí, pero ese hombre tiene muuucha…» mientras se frotaba los dedos índice y pulgar (mucha plata). Era un personaje en Maracaibo.

Siempre he pensado que si Frascuelo, el varón mayor, no hubiera muerto prematuramente, a los 50 años, los Cupello bajo su dirección quizá se hubieran mantenido unidos como un grupo importante, como hicieron los Alfonso o los Boulton. En última instancia, el abuelo, mientras vivió, nos mantuvo cohesionados, pero cuando él murió al poco tiempo todos se separaron en diferentes empresas, cada una tratando de sobrevivir por su lado

Para Don Salvador la muerte de Frascuelo, fue terrible, además de perder a su hijo predilecto, perdió una de las grandes ilusiones de su vida, la de proyectarse a sí mismo y a su familia través de su hijo mayor y de allí en adelante comenzó a envejecer visiblemente.

 

En cuanto a mi papá, Enrique (23.07.1920), se casó con Elvira Osorio (11.11.1920), con quien tuvo cuatro hijos: Salvador, Francisco (yo), Enrique (Ñau) y Marisol. Se graduó de médico pero nunca ejerció esa profesión y se dedicó al comercio haciéndose cargo de Salvador Cupello C.A. y la transformo de una simple sección de la joyería a una empresa grande, que llegó a tener más de 120 empleados. No podía ser de otra manera, mi abuelo tenía ya 66 años cuando la empresa se mudó a Caracas, y tenía además otras inversiones que atender. Una vez más, si bien es cierto que fue un negocio que provino de mi abuelo, fue un hijo el que lo volvió grande, y es justo reconocerlo.

Mi papá tomó también la dirección de Urbanizadora La Boyera C.A. desde su fundación, pasando por periodos difíciles, como fueron la caída de Pérez Jiménez y el inicio de la democracia, pero supo sobrellevar estos duros tiempos culminando en 1963 todos los trabajos pertinentes e iniciando las ventas de parcelas y luego de casas y apartamentos. Años más tarde, hacia 1995, en un acto público, el Alcalde de El Hatillo, Ángel Enrique Zambrano, quiso homenajear al Dr. Enrique Cupello, calificándolo como “El Pionero del Sureste de Caracas”.

A pesar de que papá nunca ejerció la medicina siempre se interesó por la psicología e investigó mucho a este respecto, en 1993 publicó un libro: «El Autoanálisis psicoanalítico y el conocimiento de si mismo», que se utilizó por mucho tiempo como libro de referencia en la Escuela de Psicoanálisis de la UCV, posteriormente publicó  otros tres libros sobre el tema.

 

El tío Nicola, (12.10.1924) era otro personaje: Se graduó de médico, luego estudió medicina tropical en Brasil y fue después a Estados Unidos donde obtuvo un postgrado en gastroenterología. Alrededor de 1957 regresó a Venezuela donde ejerció por unos años como gastroenterólogo. Aquí llevó una vida de sibarita, tenía un Mercedes Benz negro como carro de lujo, un Jaguar XK rojo, como carro deportivo, una lancha de 21 pies en Playa Azul y un apartamento en el Club Tanaguarena. Recuerdo que sus trajes y hasta sus camisas eran hechos por sastres, a la medida.

En los años sesenta se convenció de que muchos de los males digestivos provenían de desordenes mentales y decidió estudiar psicología por lo que volvió a salir del país. Estudió en Argentina, luego en Francia y finalmente fue a Londres adonde obtuvo un master en psicoanálisis y allí ejerció esa profesión por varios años. Vivía en una casita en un sector de lujo, una especie de callejón largo de nombre Marylebone Mews, en New Cavendish Street, entre Wimpole and Welbeck. La casita tenía en la parte de abajo un garaje donde el tío Nicola guardaba su carro, un Alfa Romeo, al lado del garaje estaba la puerta de entrada que a través de una escalera llevaba al segundo piso donde habían dos habitaciones, sala, comedor y cocina. En el techo de la planta alta, frente a su cuarto, había una tapa que con una escalera manual se quitaba y se accedía a una especie de desván que el tío usaba como depósito. Ya a principios de los setentas se asentó definitivamente en Caracas donde abrió su consultorio en La Castellana, y en 1973 se casó con Marietta Ayala, con quien tuvo dos hijos: Leonardo y Marietica.

 

Y llegamos a la tía Myriam, (nacida en Nápoles el 24.01.1932), en 1936, a sus cuatro años llegó a Venezuela junto con su familia y como se mencionó antes, en 1941 llegaron también la tía Josefa, la tía Italia y su hijo Carlitos de apenas tres años. La tía Myriam fue como una hermana mayor para Carlitos; jugaban y salían juntos a pasear. Por esos tiempos los abuelos vivían en una casa alquilada, muy cerca del antiguo hipódromo del Paraíso (el lugar favorito de la clase alta caraqueña),  la tía Myriam y Carlitos iban mucho para allá, y los jinetes los dejaban montar en los caballos. A los 14 años fue enviada a estudiar en una escuela de monjas en Estados Unidos, la “Sacred Heart”, en Nueva York y durante 1947 y 1948 estudio en la “Sample School” de la misma ciudad. Regresa a Caracas y en 1949, cuando tenía 17 años, como era muy alta y bonita, le propusieron participar en un certamen de belleza equivalente al Miss Venezuela actual, pero no fue posible ya que mis abuelos eran totalmente contrarios a esto.

Pero poco después, estando en una fiesta del Club Comercio de Maracaibo, el gobernador del Zulia, Jesús Leopoldo Sánchez, sorpresivamente se levantó de su mesa, tomó un micrófono y dijo: “Decreto que la Reina de Belleza del Zulia sea Myriam Cupello”, hubo un gran aplauso, y a mi abuelo, que estaba presente, no le quedo más remedio que aceptarlo. Poco después en el Caracas Country Club, entre otras 19 candidatas fue electa Reina de belleza de Venezuela.

Instantáneamente Myriam se hizo famosísima, era un momento muy difícil para Venezuela, pocos meses antes había sido derrocado el Presidente Rómulo Gallegos y una junta militar había tomado el poder, todo el país deseaba regresar a la normalidad y el  gobierno quería que la gente se olvidara de los problemas políticos. Myriam fue algo así como un escape y los medios de comunicación se volcaron en ella. Después de la elección salió de viaje, a representar a Venezuela en el concurso para las Reinas de belleza latinoamericanas, que se realizaba en Lima. Salió junto con sus damas de honor en un avión DC3 de la Fuerza Aérea Venezolana que se averió durante el trayecto y tuvo un aterrizaje de emergencia en la selva del Amazonas, fueron asistidos por indígenas de la región que las llevaron a la ciudad de Iquitos (Perú), y por fin, después de muchos inconvenientes, llegaron agotadas a su destino. En Lima Myriam ganó la corona de “Reina del Caribe y Amazonas”. Por supuesto el accidentado viaje y el sonoro título fueron muy publicitados en Venezuela y Myriam se convirtió en algo así como un ídolo, todo el mundo hablaba de ella.

 

1949, Miriam en Lima con sus damas de honor

 

Por esos tiempos un periodista le pregunto a Myriam que pensaba sobre el concurso y ella le contesto: “La belleza es el único recurso no renovable. ¿Qué puedo hacer? Debo ser útil”. La frase apareció en todos los periódicos.

Imagino que mis abuelos pensaron que Myriam, era muy joven y quisieron apartarla de ese ambiente y la llevaron de viaje a Italia esperando que todo se calmara un poco. No fue así, en ese viaje Federico Fellini que la vio en un tren le propuso participar en una de sus películas, ella se entusiasmó, pero está claro que mis abuelos no quisieron saber nada a este respecto. En Capri Myriam causó revuelo paseándose por la isla vestida con una bata guajira y las chancletas de pompones  (que los guajiros llaman «bellotas»). Esto me lo contó Alberto, mi suegro, que lo presenció.

En 1952 la tía Myriam, en pleno auge de su popularidad, se casó con Antonio Álamo (una persona muy inteligente, profesor titular de ingenieria en la UCV durante 41 años, fue presidente de SIDOR y miembro fundador de la CVG). Antonio era muy reservado, y pidió, para no llamar la atención, que el matrimonio religioso no se celebrara en la casa de los abuelos sino en una pequeña iglesia, que terminó siendo la de Altagracia. Pero la voz se corrió y una multitud de gente del pueblo se aglomeró a las puertas del templo.  Me acuerdo que en 1973 fui a una reunión en la casa de la tía Myriam en Londres (un conjunto residencial de nombre “Park West”, en Edgware Road), ahí conocí a unos amigos de ella que estuvieron en su boda y comentaron que cuando los novios salieron de la Iglesia todo el mundo decía: “¿Cómo es posible que esa mujer tan bella se case con ese señor tan feo?”, y que cuando entraron a la limusina, el tío Antonio, muy afectado, dijo: “Myriam, Myriam, sube el vidrio”. La pareja tuvo tres hijos: Myriam Mercedes, Antonio y Alicia.

 

La tía Myriam y el tío Antonio en la limusina, al salir de la iglesia recién casados. Podemos ver el gentío que estaba en la calle, a la tía, muy bonita, y al tío Antonio como escondiéndose.

 

Después de su matrimonio Myriam se dedicó a trabajar en varias obras benéficas, entre ellas «La Ciudad de los Muchachos», «Charitas de Caracas», el «Dividendo Voluntario para la Comunidad» y participó en programas para el tratamiento de adictos a las drogas. También viajó por todo el mundo, visitando los lugares más exóticos del planeta. En China, durante el aislamiento internacional impuesto por Mao Tse Tung, logró a través del primer ministro chino, Chu en Lai, un permiso para visitar el país. Visitó tres veces La India, estuvo en Japón, en la Unión Soviética, recorrió África, Australia, toda Europa y América. Sus vivencias la llevaron a investigar sobre las diferentes etnias humanas, publicando siete libros al respecto. Publicó también otros cinco libros: Sobre su padre, Salvador Cupello; sobre su esposo, Antonio Álamo;  sobre su amigo, el conocido periodista Arístides Bastidas, sobre los diluvios y uno más con sus memorias.  Participó en varios guiones para TV, presentaba artículos en la prensa y además hacía columnas en varias revistas. Una mujer muy adelantada para su época.

 

DE 1946 A 1972

Termino con los tíos y vuelvo con el abuelo: En 1946 fue nombrado cónsul ad honorem de Italia en Maracaibo, cargo que el ejerció con mucho orgullo; las oficinas del consulado estaban ubicadas en uno de los pisos altos de la Joyería Cupello en la Plaza Baralt.

En 1949 se le amplió su jurisdicción a los estados Falcón, Táchira, Mérida y Trujillo, y debido a la gran cantidad de inmigrantes italianos que comenzaron a llegar al país después de la guerra fue necesario contratar a un Vicecónsul. El abuelo iba cada año a Roma, a visitar a su hija Alicia y a rendir cuentas ante el Ministerio de Exteriores en esa ciudad, imagino que en uno de estos viajes,  le recomendarían a un joven romano, de 27 años, Roberto Baittiner, que durante la guerra había trabajado en el Ministerio de la Defensa italiano. Imagino también que el abuelo, por su experiencia, supo apreciar en él buenas cualidades y le ofreció esa posición que él aceptó, llegando a Maracaibo en 1949. Me dice mi primo Carlos Amado que durante varios meses Baittiner residió en una habitación de los pisos más altos de la Joyería Cupello en la Plaza Baralt; en las mañanas atendía las labores del consulado y en la tarde trabajaba en la joyería.

Don Salvador como Cónsul de Italia, junto a su Vicecónsul, Roberto Baittiner, ayudaron a muchos inmigrantes italianos, recibiéndolos en las instalaciones de la alfarería, adonde comían y dormían en colchones. Contaba mi tío Enrique Amado, que para esos momentos también trabajaba en la joyería, que cada día, después del cierre de la tienda el abuelo le pedía a sus empleados se quedaron un tiempo adicional  para elaborar cientos de  recomendaciones para italianos que buscaban trabajo.

Roberto Baittiner, trabajó con el abuelo durante unos ocho años, durante ese periodo conoció a Olga Pineda, hija de Luis Guillermo Pineda Urdaneta, uno de los dueños del muy prestigioso diario zuliano “Panorama”, de la mano de su padre político incursionó en otras empresas y desde 1965, hasta su muerte, fue Director General del dicho diario. Información que me fue proporcionada, muy amablemente, por su hijo, Luis Vicente Baittiner, quien también trabaja en Panorama.

En 1956, la República Italiana seleccionó a los diez mejores ciudadanos italianos en el exterior y por Venezuela fue electo Salvador Cupello. El premio consistía en una gran moneda de oro sólido, grabada con el escudo italiano. En Abril de 1957 los diez elegidos fueron homenajeados en diferentes actos: por el Ministro de exterior, Gaetano Martino, por el Papa Pío XII, en una audiencia especial y finalmente por el Presidente de la República, Giovanni Gronchi, que entregó los premios en un gran festejo. Para él, que tenía entonces setenta años y que siempre se sintió muy italiano, ha debido de ser una satisfacción muy grande.

En los sesenta, cuando Italia comenzaba a recuperarse de la guerra,  el gobierno italiano designó un cónsul permanente en Maracaibo, era lógico, esa era la segunda ciudad más importante de Venezuela y requería de un cónsul a tiempo completo. El abuelo fue nombrado entonces Cónsul Honorario en San Juan de los Morros, función que desempeñó hasta su muerte. Recuerdo que como el abuelo no vivía en esa ciudad le pagaba un sueldo a un señor italiano que residía ahí, fungía como Vicecónsul e iba a Caracas regularmente, para reportarle y llevarle documentos que él debía firmar.

En 1965 ya rozando los ochenta años a mi abuelo le diagnosticaron un cáncer en la próstata, afortunadamente este tipo de cáncer evoluciona muy lentamente en una persona anciana. Fue con la tía Myriam a Nueva York para ser operado en el New York Hospital, y allá se veían con mis padres  y mis hermanos, Salvador y Ñau, que iban cada día al mismo hospital por el nacimiento de Marisol. Yo fui el único que no estuvo allí, ya que, como era usual, me habían raspado en tres materias y tuve que quedarme en Caracas para repararlas. Por cierto, Don Salvador y la tía Myriam estaban en Nueva York durante el famoso apagón del año 65. Regresó a Caracas en buena salud y en realidad se veía muy bien para ser un octogenario, pero dos años después, el 16 de Febrero de 1967, el abuelo tuvo que pasar por el dolor más grande de su vida: Frascuelo, su primogénito, su hijo preferido que apenas tenía 50 años, murió de repente a causa de un derrame cerebral. Para Don Salvador la muerte de Frascuelo, fue terrible, además de perder a su hijo predilecto perdió una de las grandes ilusiones de su vida, la de proyectarse a sí mismo y a su familia través de su hijo mayor y de allí en adelante comenzó a envejecer visiblemente, y murió el 30 de Marzo de 1972, a los 86 años.

 

MIS RECUERDOS

Don Salvador era el clásico abuelo que todos los niños desean tener, era cariñoso, conversaba con sus nietos y nos decía frases graciosas como “Si señor y no señor son dos señores», cuándo le enseñábamos la boleta con buenas notas nos regalaba “un fuerte” (5 Bs. de plata, equivalentes a 2 dólares USA de hoy, una fortuna para un niño) y lo llamaba “un ojo de buey”. Recuerdo mucho la quinta Josefa María, me parecía un castillo como los de las películas y buscaba los pasadizos secretos y los tesoros escondidos. Allí se reunía la familia todos los domingos para almorzar. Los abuelos presidían en ambas cabeceras de la enorme mesa para 12 personas y los tíos se sentaban a los lados; los niños comíamos en una mesa más pequeña del comedor. Tenían un matrimonio de servicio, italiano, que se llamaban Ángelo y Franceschina. Hubo grandes fiestas que se celebraron allá, en algunas de ellas estuve presente, como la celebración de los cincuenta años del matrimonio de mis abuelos en 1962.

Desde un plano más personal tengo muy bonitos recuerdos de mi abuelo, siempre me trató muy bien y quería mucho a Diana, sobre todo porque ella era italiana. Nunca le habló en otra lengua diferente al italiano, siempre la saludaba con un “Ciao piccola”. Alberto, mi suegro, conservaba una tarjeta de navidad que le mandó Don Salvador donde se refería a nuestra futura boda como “Il nostro e il vostro sogno”, (mi mamá borró el título de “Grande Ufficiale” que Don Salvador había antepuesto a su firma).

Don Salvador, como buen italiano del siglo XIX, tomaba como suyos los principios de Mazzini: “Dios, Patria y Familia”. Era muy religioso, quería mucho a Venezuela, pero definitivamente su patria era Italia. Su familia era lo más importante para él, especialmente los descendientes varones que llevaban su apellido. Anteriormente la importancia de una familia venia establecida en base al poder económico que esta tenía, y el patrimonio de una familia se diluía si se dividía en partes iguales entre el número de hijos, así que, en toda la historia del mundo occidental, lo normal era que el primer hijo varón o “primogénito” recibiera casi toda la fortuna familiar.

Como lo menciono a lo largo de estos apuntes, hasta hace relativamente poco, se consideraba que las mujeres no eran productivas ni acrecentaban el patrimonio familiar. A los ojos de todos, de la clase media en adelante, la función de las mujeres era la de contraer un buen matrimonio, lo que incrementaba la importancia de la familia y luego atender su casa, procrear muchos hijos y educarlos. Las pocas mujeres que trabajaban lo hacían por necesidad y a lo máximo ejercían posiciones secretariales. Todo esto empezó a cambiar alrededor de 1960, cuando las mujeres empezaron a tener acceso a la educación superior y comenzaron a planificar cuántos hijos querían tener y en qué momento (la píldora anticonceptiva tuvo mucho que ver con esto). Así las mujeres pudieron dedicar la mayor parte de su tiempo al trabajo o los estudios y obtuvieron posiciones cada vez más importantes con lo que se equipararon a los hombres en muchos sentidos.

Pero para Don Salvador esto no era relevante, como dije antes, era un hombre de su época y tenía valores a los cuales se aferraba, porque los consideraba absolutos y nosotros debemos entenderlos sin prejuzgarlos. Según su concepto la grandeza de cualquier familia y su propio legado, se garantizaban a través del tiempo dejando la parte más importante del patrimonio familiar al primogénito varón y eventualmente una parte a los otros hijos varones, que eran los que llevaban el apellido y daban a conocer a la familia. Fue así como en los años cuarenta, a partir de la famosa “lista negra” el abuelo repartió gran parte de su herencia. Frascuelo, su hijo mayor, recibió él solo la parte más grande de sus haberes, toda la alfarería, y además compartía con sus hermanos menores Enrique y Nicola, en tres partes iguales, las acciones de las otras firmas (Salvador Cupello, las joyerías Cupello, La Boyera etc.). Las hijas no participaban en las compañías y heredaron los bienes inmuebles de la empresa “Josefa de Cupello e hijas C.A.”, que había sido creada con la dote que recibiera la abuela en su matrimonio.

Hoy en día no se ve justo dejar la mayor parte de los bienes a un solo hijo, pero siempre se deben analizar los hechos tomando en cuenta la época y las circunstancias. Don Salvador nunca pensó en obrar injustamente, estaba convencido de que esta era la mejor manera de hacer las cosas. A su modo de ver, mientras más importante fuera considerada su familia más se beneficiaban todos los que formaban parte de ella. Ahora, con la inseguridad actual la preocupación principal de todas las familias en Venezuela es como lucir menos importantes.

Y ya que hablamos de la manera de pensar de esas épocas, hago un corto paréntesis para hacer un comentario: En Italia, como en otros países europeos era lo común que el hijo varón mayor de cualquier familia llevara el nombre de su abuelo y los demás hijos varones debían llevar nombres familiares. Fue así como su primer hijo varón se llamó “Francisco”, como su abuelo Francesco y su segundo hijo (mi papá) fue bautizado “Salvador”, como su padre, pero a mi papá se le agregó el nombre “Enrique”, ya que mi abuelo, como buen italiano era un amante de la ópera y en esos años estaba muy de moda el cantante Enrico Caruso. Mi papá siguió la tradición y a su primer hijo lo llamó “Salvador”, como el abuelo, y a su segundo hijo (yo) le puso “Francisco”; por cierto, yo me iba a llamar Francisco José, ya que mi abuelo materno se llamaba “José Inocente” , pero Don Salvador se opuso a ello, ya que Francisco José era el nombre de un emperador de Austria, que le había hecho la guerra a Italia, tanto en la independencia como en la primera guerra mundial, y así mi nombre definitivo fue José Francisco. Yo también seguí la tradición y mi primer hijo fue bautizado como “Enrique”, pero hasta ahí llegó, mi nieto mayor se llama “Matteo” (pero le agregaron “Francisco”, para que me quedara tranquilo). Cierro el paréntesis y volvemos al relato.

Como mencioné, todos los proyectos que tenía mi abuelo para su familia se vinieron abajo en 1967 al morir Francisco, su hijo mayor, Frascuelo no tuvo hijos varones y su herencia pasó a sus hijas, que no tendrían descendencia con el apellido Cupello. Pero de nuevo, “testa dura” como buen calabrés, no se rindió, quiso entonces asegurar la permanencia de su nombre a través de su nieto mayor con el apellido Cupello, que era Salvador, mi hermano, pero al perder las esperanzas de tener en él un sucesor valido, su segunda elección fui yo, su segundo nieto varón en orden cronológico. Para él, yo tenía la ventaja de haber trabajado en la oficina, hablaba inglés y estudiaba Administración de Empresas en la universidad. Además yo tenía una novia italiana y esto le parecía muy importante. En 1971, cuando yo tenía apenas 21 años me llevó ante el embajador de Italia para que me dieran a mí el cargo de cónsul honorario de Italia en San Juan de los Morros, que él debía dejar ya que tenía 85 años. Me recuerdo que el embajador muy amablemente le dijo que yo no hablaba italiano ni era italiano y que esto era necesario para ocupar un cargo así, mi abuelo contestó que no habría ningún problema, que yo aprendería el idioma y luego me nacionalizaba de italiano. Si bien era imposible que yo fuera cónsul de Italia el embajador no lo contradijo, pero como lo deseaba el abuelo si aprendí el idioma y unos años después obtuve el pasaporte italiano.

A principios de 1972, poco antes de que muriera el abuelo, fui a conocer a Paola.  Por cierto, un contemporáneo de él, el abuelo de Ernesto Sábato (el escritor argentino), había nacido en la misma ciudad; y yo pudiera decir ahora lo mismo que Sábato escribió en “Antes del fin”, su último libro: “Hace muchos años fui hasta aquella Paola de San Francisco, donde nació mi abuelo, entreviendo su infancia entre esas tierras añoradas”.

Fui con Diana, Alberto y Graciela, nos hospedamos en el “Albergo Giulia”, un moderno y bonito hotel cerca de la playa, los dueños eran unos hermanos Cupello, que sabían que tenían parientes en Venezuela y Brasil. El Sr. Cupello se portó muy bien con nosotros, nos llevó al Santuario de San Francisco y a conocer la ciudad. El abuelo nos concertó un encuentro con un pariente, un muchacho de apellido Scrivano que estuvo mucho con nosotros durante nuestra estadía allí.

Mi abuelo me  recomendó mucho que fuera a visitar unas monjas a quienes él había donado la vieja «casa paterna» para que sirviera de escuela de niñas pobres. Como dije antes, y como se ve en las fotos que incluyo acá, era una casa muy grande en la zona antigua de la ciudad. En la puerta de la casa había una placa de mármol que decía: “Laboratorio Femminile. Cucito, Taglio e Ricamo. Diretto dalle Suore Domenicane Figlie SS Rosario di Pompei. Fondazione Salvatore Cupello”. Las monjas nos recibieron muy bien y nos dijeron que Don Salvador no había donado realmente la casa, sino que la había entregado en una especie de comodato, ellas no querían la donación, ya que no podían pagar los altos impuestos que tenían las propiedades en Italia y así los pagaba Don Salvador. O sea, que hasta ese momento, esa casa seguía siendo de él.

Los parientes de Paola nos informaron que el abuelo iba todos los años a la ciudad y siempre hacía grandes donativos. La “Giunta Comunale” (Concejo Municipal) lo recibía en la estación del tren con la banda de música. Por cierto, en el estudio de mi abuelo en la quinta Josefa María, había un cuadro en una pared donde aparecía una foto aérea de Paola y más abajo el texto: “La Giunta Comunale di Paola al concittadino Commendatore Salvatore Cupello, che onora la nostra citta”. Traducido: La Junta Comunal (o Concejo Municipal) de Paola al conciudadano Comendador (titulo honorifico) Salvador Cupello, que honra nuestra ciudad.

En sus visitas a Paola el abuelo se hospedaba en el convento de las monjas dominicas, adonde tenía a su disposición un apartamento. Visitaba a sus parientes Scrivano e iba al Santuario de San Francisco, donde los curas lo esperaban ansiosamente, ya que ahí daba otra buena donación. Le envié a mi abuelo varias postales desde Paola y una carta donde le describía mi visita con detalles. Pienso que a él le debe haber dado mucho gusto el que yo haya ido allá.

De ese viaje saqué en conclusión que si bien los Cupello no habían sido nobles, como pretendía mi abuelo, pero tampoco habían sido campesinos u obreros, pertenecían a una familia de comerciantes acomodados y respetados en Paola, que ciertamente, es una pequeña ciudad en el sur de Italia.

En el 2007 regresé a Paola junto con Diana y Ana Flavia, pudimos contactar a otro pariente, Fedele Scrivano, que es abogado y ejerce en su propio bufete en Paola, posiblemente haya sido el mismo muchacho que nos acompañó en Paola en 1972. Fedele nos llevó a su casa donde conocimos a su esposa Ángela, que por cierto, se veía muy fina. Conocimos también otro pariente Scrivano que tiene un comercio de confiterías en el centro de la ciudad. Todos ellos fueron muy afectuosos con nosotros, tenían un gran recuerdo de Don Salvador y conservaban y exponían en sus casas regalos de plata, obsequiados por el abuelo.

Los Cupello son muy numerosos en Calabria y muchos emigraron a otros países. Pero en este segundo viaje a Paola me reafirme en mi idea que nuestra rama de la familia pertenecía a lo que se llama en Italia “la borghesía media”, representada por los comerciantes, los profesionales y los altos funcionarios públicos, y tenían en Paola importantes propiedades, entre ellas «la casa paterna», que yo visité, y otra casa (que mencioné antes en la sección de los tatarabuelos que pienso era la de Vincenzo Cupello) que durante la guerra fue destruida en un bombardeo y cuyo terreno, aun hoy sirve de parque municipal en la ciudad. En el verano de 1943, cuando los aliados invadieron Sicilia, las tropas alemanas e italianas escaparon de la isla y se concentraron en Calabria, para evitar un nuevo desembarque, esta vez en el continente, lo que permitiría la conquista de toda Italia (como de hecho sucedió dos años más tarde). Paola, además de tener un puerto, tenía una red ferroviaria importante, por lo que la aviación aliada la bombardeó fuertemente para así evitar el apertrechamiento de las tropas del eje. La población civil fue evacuada y muchos edificios fueron destruidos,

En la carta que transcribo más abajo, que el abuelo me envió a Roma en Febrero de 1972 y donde me da sus recomendaciones para mi visita a Paola, se ve claramente la manera de pensar de mi abuelo, ahí sugiere que al regresar a Caracas yo me debía mudar al cuarto de mi hermano mayor (Salvador), que era más grande que el mío, para él yo era el nuevo heredero. ¿Qué habría pensado mi mamá, que adoraba a Salvador, con respecto a este cambio de primogenitura, y de cuarto?

 

 Caracas 10 de Febrero de 1972

 Mi querido Titico:

 Deseo que te encuentres en buena salud en unión de tu novia, de su familia, de Camillo y mi italianita (la tía Italia).

 Como ya hemos resuelto, definitivamente soy de opinión que debes aprender el italiano correctamente, para después pensar en el regreso a Caracas, ya de Cónsul de Italia en San Juan de Los Morros. Mientras tanto debes pedir la opinión de tu papá y conformarte en conseguir el cuarto de Salvador y este ocupar el cuarto tuyo, hasta que tu padre haga la casa de La Boyera para todos los hijos, con este proyecto se economizan gastos de viaje y tiempo que no rinde.

 Si tienes pensado visitar mi pueblo, Paola, ya en otra carta te he explicado que te conviene escribir a mi primo Vittorio Scrivano para conseguirte el apartamento que tengo apartado en el Convento, que tiene todas las comodidades para caballero, y puedes comer en la noche en el Convento. El día siguiente, también al llegar, puedes visitar mi casa y avisar que te manden el coche a la estación del ferrocarril.

 Contéstame que tienes pensado que yo te arreglo todo a tu gusto. El tren para ir a Paola, el más cómodo es el que llega a Paola a las 3 PM, más o menos. Camillo te arreglará todo. Recomiendo que antes de salir a Caracas que te presenten, Camillo o Brugnoli, algún embajador que ejerció en Caracas, que todos son amigos míos.

 En espera de tus buenas noticias te abraza y bendice, 

 Tu abuelo Salvador

 

Dos meses después del viaje a Paola, estando yo en Roma me llamó mi papá para informarme que el abuelo estaba muy grave, cuando almorzaba un pedazo de carne le había obstruido la  laringe, sufrió una asfixia y estaba en el Hospital Militar en estado de coma. Al día siguiente la tía Italia y yo tomamos un vuelo para Caracas y aterrizamos en Maiquetía a las 7.00 am del 30 de Marzo de 1972, un jueves santo. Inmediatamente nos fuimos al Hospital Militar y llegamos a tiempo, pudimos verlo aún vivo en la sala de terapia intensiva, en un respirador. Esa tarde murió

 Durante su vida no solo había logrado el éxito en sus negocios, había conseguido también el prestigio que deseaba para él y su familia. Sus funerales fueron muy reseñados en los diarios, aparecieron varias páginas de invitaciones a su entierro, entre ellas una muy grande de la Gobernación del Zulia. Hubo menciones de su muerte en las primeras páginas de todos los periódicos importantes de Caracas y de Maracaibo. “La Voce d’Italia”, el diario italiano, publicó su foto en su primera página con el título: “La colettivita a perso il suo patriarca”. Me recuerdo que cuando sacábamos la urna de la Quinta Josefa María, donde se había realizado el velorio, había mucha gente en la calle esperando su salida y muchos periodistas tomando fotos.

Para terminar estas memorias sobre mi abuelo, quiero comentar un artículo importante que publicó el 11 de Junio de 1979, un prestigioso periódico de Roma, “Il Tempo”, en su página 3, con motivo de la toma de posesión de Luís Herrera Campins como Presidente de Venezuela. Se refiere a la economía, a la política, la riqueza del país, a su futuro y por supuesto, a la inmigración italiana, un tema obligado. Traduzco y transcribo una pequeña parte de dicho artículo:

Un italiano de Lugo, Agustín Codazzi, está enterrado en el Panteón Nacional, al lado del padre de la patria, Simón Bolívar; era un Coronel de su ejército y su cartógrafo personal, pero se retiró luego de la victoria de Carabobo.

 A principios del siglo un meridional, Francesco Cupello, andaba a lomos de burro entre Caracas y Maracaibo. Vendía cadenitas y joyas de poco valor. Después llego a ser el más grande joyero del país, el Cartier de Venezuela. Murió hace pocos años, siendo Ministro de Hacienda y cónsul honorario de Italia.

Se deben aclarar algunas confusiones del autor: Codazzi no se retiró después de Carabobo, se quedó en Venezuela, trabajó muchos años para Páez e hizo los primeros mapas del país. Además el autor, refiriéndose a mi abuelo, usó el nombre de “Francesco”, que en realidad era como se llamaba su papá. Por supuesto, en el artículo se trata de dramatizar la imagen para hacerla más impactante, pero él no andaba en burro (y dale con el burro) entre Caracas y Maracaibo, sino en mula, entre el Zulia y los Andes, se ve que el autor, un “inviato speciale”, no conocía la extensión de Venezuela. Mi abuelo nunca fue Ministro de Hacienda, pero sí fue Cónsul honorario de Italia hasta que murió. En todo caso, el hecho de que un periódico importante italiano lo mencione junto a Codazzi como referencia de lo mejor de la inmigración italiana en Venezuela, y hablamos de centenares de miles de personas, no está mal. “Non c’è male”.

Como conclusión quisiera decir que el abuelo fue un gran hombre y yo lo admiro mucho, pero como todos los seres humanos también tenía sus flaquezas humanas, y especialmente  en su vejez quería proyectar una imagen exitosa de sí mismo; a veces hasta se contradecía, por un lado le gustaba hacerse pasar por el “self made man” americano y por otro daba a entender que su familia en Italia era noble y acaudalada. Tenía un estudio genealógico hecho por una casa heráldica donde se decía que los Cupello eran nobles y que habían poseído el castillo de “Collesape” con el título de “Signori”. Allí aparecía también el correspondiente escudo de armas, que, como dije antes, el exhibía en la entrada, en el balcón de su casa y en un anillo que usaba.

En una oportunidad leí que cuando una persona ha luchado toda su vida por lograr un difícil objetivo, bien sea económico, político o militar, su siguiente paso es obtener prestigio, esto es un modelo que se repite a lo largo de toda la historia universal. Mi abuelo buscaba ese prestigio a través de sus obras benéficas, de sus condecoraciones y mencionando el origen noble de su familia. Todos los hombres tienen sus debilidades y el haber tenido grandes logros a pesar de ellas es lo que les da grandeza. Pero ahora debemos reconocer que los Cupello no eran nobles. Así mismo debemos reconocer los grandes logros que tuvo el abuelo, pero también el esfuerzo de otros parientes, que tuvieron mucho que ver con ese éxito.

Se dice también que lo único que deja uno en esta vida es el recuerdo y que en la medida en que uno haya hecho más cosas positivas ese recuerdo perdura aún más. Estoy seguro que Don Salvador será recordado por muchas generaciones, ya que hizo mucho, por su familia, por sus dos países, por los muchos empleados de sus empresas y por sus obras de caridad.

 

 

Puerta principal  de la casa «paterna» de los Cupello, en la parte medieval de la ciudad de Paola. Las calles son muy estrechas y tienen arcos arbotantes como se ve arriba. En  esta foto del 2007 las monjas ya no estaban y la edificación lucía muy abandonada. Aun se puede ver la placa que mandó a poner mi abuelo. La casa, de cuatro pisos, tiene dos entradas en dos calles diferentes. Fue comprada por el bisabuelo Francesco, y Don Salvador, como hijo mayor, la heredó y aún era suya al momento de su muerte, como me informaron las monjas en 1972.

 

Josefa María Menda Carrero de Cupello

Mi abuela paterna, Josefa María Menda Carrero, esposa de Don Salvador, con quien tuvo 10 hijos (nombrados en la sección de su marido). N ació el 4 de Agosto de 1889 en Mucuchachí (Pueblos del Sur), en el Estado Mérida donde su padre, José Ángel Menda, tenía una hacienda de café. En 1908 la familia completa se mudó a Maracaibo y se instalaron en una casa que su padre había comprado en la Plaza Baralt. Imagino que allí se conocería con mi abuelo, que en 1911 abrió  su negocio en la misma calle.


La Plaza Baralt de Maracaibo en 1908, cuando llegó Doña Josefa a la ciudad. La primera casa a la izquierda (solo se ve una esquina con un balcón) era la casa de los Menda. Al fondo el Convento de San Francisco y al lado de este, a la derecha, estaba la casa del Dr. Mariano Parra, adonde tres años más tarde se establecería la Joyería Cupello.

Mis dos abuelos se casaron en Junio de 1912, en ese momento los precios de exportación del café estaban en auge y mi bisabuelo Menda que era un hombre muy rico le dio una dote a su hija de 50.000 Bolívares, una cantidad fabulosa para la época. Doña Josefa fue la única hermana en recibir tal dote, porque poco después, en 1914, mi bisabuelo moriría en el mismo momento en que empezaba la Primera Guerra Mundial y los precios del café volvieron a descender y llegaron a niveles muy bajos. Blas, el heredero, como otros terratenientes que veían reducir sus ingresos, tomó préstamos bancarios para invertir en otro tipo de negocios más rentables, poniendo sus tierras como garantía. Pero estas no fueron inversiones afortunadas, los créditos no fueron pagados en su debido momento y los bancos fueron ejecutando las garantías. Mi abuelo Don Salvador, que era fiador en algunos de esos préstamos también perdió dinero por esa causa. La serie de TV brasileña llamada “Terra nostra”,  se ambienta en este periodo, que fue terrible también para los hacendados cafetaleros del Brasil. A causa de los mencionados problemas la Casa Menda de Maracaibo, que había llegado a ser una gran empresa, fue perdiendo importancia y finalmente fue liquidada. La gran casa de la Plaza Baralt fue vendida y allí se instalaría el Hotel Victoria, el mejor de Maracaibo durante muchos años.

 

Doña Josefa cuando era joven.

Después de casados Doña Josefa y Don Salvador vivieron varios años en Maracaibo y luego, como dije antes, en 1921 se fueron a Italia, primero a Paola, que a mi abuela no le gustó, y luego a Nápoles, adonde llegaron en 1923. Mussolini había tomado el poder apenas el año anterior y en los siguientes 13 años que la familia permaneció en la ciudad se vivieron los inicios y la consolidación del régimen fascista en ese país.

A finales de los años sesenta Don Salvador me comentó, y en ese momento ese comentario constituía una especie de sacrilegio, que Mussolini había sido un gran gobernante para Italia, pero que «lamentablemente, al final, se volvió loco». Con esta sencilla expresión mi abuelo resumía una opinión muy acertada, que solamente ahora, muchos años después de la guerra, muchos historiadores declaran estar de acuerdo.

  Efectivamente, desde que Mussolini tomó el poder en 1922, hasta 1940, cuando cometió el mayor error de su vida, al entrar en guerra junto a Alemania, Italia tuvo un periodo de grandes avances económicos y sociales y casi todos los italianos se beneficiaron altamente de ello. Para mis abuelos, Nápoles constituyó un ambiente tranquilo, de gran bienestar para la familia y de buenas oportunidades para la educación de sus hijos.

En ese ambiente Doña Josefa personalmente se encargó de la crianza y el cuidado de todos los hijos, ya que mi abuelo estaba en Venezuela por largas temporadas. Me informa la tía Myriam que por esos tiempos, cuando Don Salvador no estaba en Nápoles como no existían las transferencias bancarias de hoy en día, el abuelo le enviaba regularmente a Doña Josefa, imagino que a través de los proveedores de la joyería, lingotes de oro que ella vendía en Nápoles y así se podían cubrir todos los gastos que se ocasionaban. La abuela fue muy eficiente en sus labores de ama de casa y jefe de familia, debía de tener un carácter muy fuerte para poder dominar a nueve hijos, muchos de ellos adolescentes, de los cuales tenía que hacerse cargo. El más rebelde de los nueve era Enrique, mi papá, quien era sumamente intranquilo. Mi abuela resolvió el problema mandándolo a un internado de los jesuitas y la calma volvió al hogar.

Enrique, mi papá, “l’enfant terrible”; en la terraza de la Villa Cupello en Nápoles, a sus 16 años, después del internado y poco antes de salir hacia Venezuela

En 1933 Francisco, su hijo varón mayor, había regresado a Maracaibo para ayudar a su padre en la gerencia de la alfarería, que en ese momento se estaba ampliando. Y a principios de 1936 lo hizo también Enrique, su segundo hijo varón. Por esos años los negocios en Venezuela habían mejorado mucho, mientras que la situación en Europa se había complicado con la guerra civil en España y la posibilidad de una nueva guerra mundial, en la que con seguridad Italia participaría. Y así, a fines del 36 toda la familia regresó a Venezuela. Y fue lo correcto, entre 1940 y 1944 Nápoles fue la ciudad italiana que más bombardeos y padecimientos sufrió, un tercio de la ciudad quedó destruida, con más 30.000 muertos entre la población civil.

No ha debido de ser fácil ese regreso, eran en total diez personas que viajaban: La abuela con  siete de sus hijos, su hermana soltera Ana (Tiana) y una guajira de servicio que habían llevado desde Maracaibo, Olivia, que luego trabajó muchos años en la casa de los Amado, en Maracaibo. Además llevaban también un enorme equipaje con efectos personales y muebles. En Italia se quedó solo “María Busaca”, otra india guajira que cuando era bebé su madre se la dió o a mi abuela, con el fin de que ella “la criara”, esto era algo común en la Venezuela de esos tiempos; la entregaron envuelta en un saco de café, de ahí su nombre. Mi abuela la llevó a Italia con el resto de la familia y cuando tenía 16 años se escapó con un napolitano y más nunca se supo de ella. 

 

Postal del vapor Virgilio”, donde viajo la familia Cupello de Italia a Caracas. Este barco era  gemelo del «Orazio» (donde viajo mi papá en 1936). Durante la guerra estas naves fueron destinadas al transporte de tropas y en 1942 ambas fueron hundidas por los alemanes.

 

Finales de Septiembre de 1936. Mi tía Italia abordo del Virgilio, al fondo se ve La Guaira.

Mi abuela fue muy eficiente también en algo que era muy importante para mis abuelos, el casar bien a sus hijos. Su hija Alicia se casó con Camillo Tosti, hijo de un General de División italiano; Angelina con Rafael Risquez, médico, nieto de la gloria de la medicina nacional Francisco Antonio Risquez, enterrado en el Panteón Nacional; Josefa María se casó con Víctor Crassus, perteneciente a una importante familia de origen francés, que para esa época tenía trenes, vapores y haciendas, en el Museo del Transporte de Caracas exhiben el vagón de ferrocarril que la familia Crassus usaba en su línea de trenes “El Guapo-Carenero”; Francisco se casó con la Nena Senior, descendiente de una familia judía, posteriormente convertida al catolicismo, que se estableció en Venezuela durante la colonia, en Coro puede verse aun la bellísima Casa de los Senior; Letty se casó con Enrique Amado de una excelente familia de Maracaibo; Olga con Arturo Luís Berti, Ingeniero Sanitario que, como mencionamos antes, junto con Arnoldo Gabaldón erradicó la malaria en Venezuela; Miriam se casó con Antonio Álamo, descendiente de mantuanos, biznieto de un hermano de Ángel Álamo, uno de los firmantes del acta de la independencia, también enterrado en el Panteón Nacional, e hijo de Antonio Álamo, Ministro de Fomento de Gómez; y por supuesto, el matrimonio de mis padres.

De niño siempre vi a mi abuela Josefa como una persona muy distante, nada que ver con la dulce abuelita de los cuentos infantiles. Los nietos, de pequeños le teníamos miedo porque tenía fama de ser “muy brava”. Sus hijos siempre la trataron con mucho respeto, así como el mismo Don Salvador. Con el dinero de la famosa dote de mi abuela se fundó una Compañía de nombre “Josefa de Cupello e Hijas”, que fue heredada por mis tías Cupello-Menda y que tenía bienes inmuebles en Maracaibo, e imagino que ya se han vendido la mayor parte de ellos.

Doña Josefa, como todos los Menda, pasaba por ser una mujer muy inteligente, pero legó también a sus descendientes dos características de esa familia: la miopía y la distracción. Estos genes se han venido transmitiendo en mayor o menor grado en la familia. Mi teoría era que la distracción es consecuencia de la miopía, que aparece cuando uno es muy niño y está en proceso de adquirir hábitos permanentes, pero en ese momento, para un niño miope, su mundo se limita solo a lo más cercano y lo lejano queda en brumas para siempre. Recientemente se ha descubierto que estos “despistes”, a veces, son consecuencia de un desbalance neuroquímico llamado “Trastorno de déficit de atención con hiperactividad” (TDAH) donde puede haber predominio de la inatención (como es el caso de muchos en la familia) o también de la hiperactividad (el caso de mi papá o de mi hijo Enrique), los síntomas perduran hasta la adultez y se presentan en uno de cada diez niños, que por cierto, usualmente son muy inteligentes.

 Se ha descubierto también que efectivamente la miopía puede tener algo que ver y sus consecuencias se pueden confundir con el TDHA. Es extraño que mi abuela Letty, tan Menda como mi abuela Josefa pero más miope y más distraída, no legó estos genes a sus hijos, ninguno de ellos era miope ni tenían fama de distraídos. Pero la combinación Menda con Cupello fue letal, casi todos los hijos tuvieron al menos una de las dos características y ellos las legaron a su vez a muchos de las generaciones siguientes. En verdad todo un síndrome.   

Al morir Don Salvador Doña Josefa se quedó en su casa del Paraíso acompañada de su hija Josefa María y de su servicio doméstico, todas las tardes salía con su chofer, Abraham, y cada  día visitaba a  una hija diferente. Sus últimos meses los pasó en la casa de su hija Angelina, quien se hizo cargo de cuidarla, aunque el resto de los hijos la iban a visitar regularmente. Al igual que Don Salvador murió en una Semana Santa, pero 10 años más tarde, en 1982.

Para terminar este aparte de mi abuela incluyo una foto de ella, de casi 90 años, cargando a Enrique Alberto, su biznieto recién nacido. Muy simbólica la foto porque este era el biznieto que seguía la dinastía, según el concepto de mis abuelos.

 

Doña Josefa, de 88 años, con su biznieto, Enrique Alberto, de solo diez días  de nacido en la fiesta  familiar de navidad en 1977.  El muchachito todo alborotado no nos dejó dormir nada esa noche que recordaremos para siempre.