Nací en Maracaibo el 23 de Julio de 1920. Poco tiempo después a mi padre le diagnosticaron, erróneamente, que padecía de tuberculosis, por lo que decidió irse, al menos por un tiempo, a Italia adonde podría iniciar una nueva vida y adonde le pudieran atender efectivamente su enfermedad,
A tal efecto vendió todas sus propiedades en Venezuela, con la única excepción de su joyería, cuya administración pondría en manos de su hermano menor Vicente, a quien entregó además una parte minoritaria de las acciones de la misma. La nueva sociedad tomaría el nombre de “Salvador Cupello y Hno”.
Fue así como en 1921 nos embarcamos para Italia, mis padres, mis seis hermanos, yo y dos cargadoras guajiras: Olivia y María Busaca, a quien llamábamos así porque se la habían dado de muy niña a mi mamá, para que la “criara”, dentro de una busaca o bolsa.
Inicialmente nos instalamos en la ciudad natal de mi papá, Paola, Provincia de Cosenza, cerca del estrecho de Messina, en la región de Calabria, y luego nos mudamos a Nápoles, en la urbanización del Vomero, en la parte alta de la ciudad. Allí vivimos alquilados en una casa en la calle San Martín, mientras mi papá terminaba de construir su propia casa, en la misma urbanización.
De la casa de la calle san Martín, solo recuerdo que tenía una escalera metálica que llevaba a un jardín de mas o menos unos 80 metros de diámetro, luego venia un camino de vueltas continuas que llevaba hacia la parte baja de la ciudad y desde las aceras se podía ver todo el golfo de Nápoles, el camino continuaba en un gran parque, “La Floridiana”, que tenia unos árboles altísimos y gruesos y al final de el estaba el Palacio Real.
Foto enviada al tío Vicente por su hermano Salvador, en 1922. Allí se ve a la familia Cupello Menda, recién llegada a Italia. En la fila de atrás, de izquierda a derecha, aparecen el tío Francisco (Frascuelo) de 5 años, la abuela Josefa de 33 y el abuelo Salvador, de 36. En la fila de adelante salen la tía Angelina de 8 años, la tía Olga de 4, mi papá (Enrique) de 2 años, la tía Alicia (Italia) de 7 años y la tía Josefa de 9. Aún no habían nacido la tía Letty (1922), El tío Nicola (1924) y la tía Myriam (1932).
Finalmente en 1923 nos fuimos a vivir a la “Villa Cupello”, un edificio de cuatro pisos Nosotros ocupábamos todo el ultimo piso, y el resto se alquilaba. De la parte posterior de la casa, a nivel del tercer piso se podía acceder a un puente de unos 20 metros de largo que llevaba a la entrada de la “Villa Hass” cuyo propietario era un Cardenal “Ruffo de Calabria” perteneciente a una importante familia, que en complicidad con otras familias de la Romagna, del Vaticano o de Francia ponían o quitaban reyes, muchas veces a través de alianzas matrimoniales.
La Villa Cupello donde vivió la familia desde 1923 a 1936
Recuerdo que para llegar a esa Villa se tenía que pasar por una calle o “viale” de unos 80 mts. De largo, pero de solo tres de ancho, por lo que dos vehículos no podían transitar al mismo tiempo en sentidos contrarios y uno de los dos debía retroceder para hacer pasar al otro. Frente a la Villa había una plaza con una acera pequeña desde donde se podía ver el Golfo de Nápoles, luego venia un jardín con flores de diversos colores y más adelante una plaza más grande que se usaba para hacer fiestas y en ocasiones para jugar al futbol.
PROBLEMAS DE LA VISTA
Desde los siete años me obligaron a usar anteojos, ya que no podía ver la pizarra en la escuela. La miopía aumentaba cada año y cada año había que aumentar la graduación de los vidrios. Debido a este incremento progresivo de la miopía la retina de uno de los ojos se fue debilitando hasta que finalmente, en 1950, cuando yo tenía 30 años, la retina se desprendió. En Caracas no pudieron resolver este caso, por lo que ese mismo año decidí ir a Barcelona (España) para que un oftalmólogo de fama mundial, el Dr. Ignacio Barraquer, me diera su opinión al respecto, la cual fue que definitivamente había perdido la visión en ese ojo.
BALILLA
El gobierno italiano adoctrinaba a los niños para el fascismo a través de una instrucción obligatoria que llamaban “Balilla”, que comenzaban a partir de los ocho años agrupando a los niños bajo un cuerpo que llamaban “Figli della lupa” o hijos de la loba. A esa edad yo tuve que ir con mi colegio a una excursión a un pueblo pequeño, adonde pasamos una noche y dormimos al aire libre, sobre el heno. Recuerdo que, como en el pueblo y en los alrededores había muy poca luz, pude ver por primera vez las estrellas en el cielo, tan brillantes que quede asombrado.
1930, EL TERREMOTO
El 23 de Julio de 1930 hubo un terremoto de 6,5 grados en la zona de Eboli, al sur de Nápoles, que causo miles de muertos y heridos y graves daños materiales en la zona cerca del volcán El Vesubio. Recuerdo que estaba en mi cama y comía unos dulces que me habían dado antes de dormir, de repente comenzó un temblor y pensé “que bueno, la casa se mueve como una mecedora” y luego oí los gritos de mi mamá: “Vístanse y vayan a la calle inmediatamente”.
En la calle encontramos a varios vecinos, entre ellos el Professore Romeo, un médico traumatólogo amigo de mi familia que nos visitaba ocasionalmente. Nos dijo que el había estado en el terremoto que asoló la ciudad de Messina, en 1908, contó que era tal el hambre que se padeció allí que en una oportunidad se vio obligado a ponerle un cuchillo en la garganta de un panadero que se negaba a venderles el pan. Esto me impresiono muchísimo, para un niño es muy difícil comprender esos extremos de horror.
1931, LA PRIMERA CAÍDA
A la salida del “Viale” de la Villa Hass se estaba empezando la construcción de un edificio de 12 pisos y para construir las fundaciones los constructores habían excavado un hueco de unos 4 metros de profundidad y un metro y medio más abajo del borde habían colocado materiales de construcción, como tablas, una encima de otra, cemento, cal y bloques grandes de ladrillos huecos, hechos de material asfáltico del volcán del Vesubio, el mismo material que había destruido a Pompeya en la antigüedad.
Yo estaba con unos amigos de mi edad (11 años) y para lucirme ante ellos me empecé a mecer, casi al borde del hueco, sobre un palo de madera que servía de pasamanos y que estaba clavado en unas tablas, pero el palo no estaba bien fijado y se soltó, yo caí arrastrándome de espaldas sobre el lugar adonde estaban los materiales mencionados, arrastrándolos conmigo más abajo. No sé cómo, pero pude hacer un esfuerzo y me di vuelta, por lo que llegué al fondo del hueco, sentado y consciente, viendo como esos ladrillos tan pesados pasaban cerca de mi cuerpo, uno solo que hubiera caído en mi cabeza me hubiera matado, pero me protegí con los brazos, sin que ellos me tocaran.
Mis amigos comenzaron a gritar “aiuto, aiuto” (ayuda) y aparecieron vecinos y obreros que me auxiliaron. Afortunadamente no hubo fracturas ni daños mayores que lamentar, pero si tuve que estar un mes en cama recuperándome.
1932, LA SEGUNDA CAÍDA
A principios de 1932, cuando ya me habia recuperado de la primera caída hice una maldad planificada contra mi hermano mayor, Francisco.
Planee darle un golpe a mi hermano Frascuelo y salir corriendo, ya que era 4 años y medio más grande que yo, y yo tenía las de perder. Sabía que él me iba a perseguir y para que no me alcanzara y me pegara, planeé escaparme saltando hacia el techo de una iglesita que estaba al lado de la casa. Dicho y hecho le di el golpe y como me imaginaba Frascuelo me persiguió, brinqué la baranda de la casa y salté, pero no pude asirme de la reja de la iglesia y caí al piso, tres metros más abajo. Tampoco esta vez tuve fracturas, pero al igual que la vez anterior, tuve que estar en cama por muchos días.
Veinte años más tarde un sastre que debía hacerme unos pantalones, me comprobó con la cinta métrica que yo tenía una pierna un centímetro y medio más corta que la otra, seguramente esto fue como consecuencia de una de esas dos caídas.
EL INTERNADO
En Septiembre de 1932 mis padres consideraron que debido a mi intranquilidad y rebeldía, que ellos no podían controlar, por mi propio bien yo necesitaba ir a un internado, al menos por un tiempo. Me llamaron, me explicaron la situación y me comunicaron su decisión, no había alternativa y pronto llegó el momento de ir al nuevo colegio.
Al llegar allí me llevaron a mi cuarto, vi entonces un salón de 50 metros de largo con pequeñas habitaciones hechas con tabiques de madera y alambre, cada una de 2 X 2 metros y otros 2 metros de altura, las puertas tenían una cerradura con dos llaves, me explicaron que una era para mí, para que pudiera ir al baño y la otra para el cura que nos supervisaba, para poder abrir en caso de emergencia.
Me sentí como si estuviera en una cárcel e intenté escaparme del colegio, pero un vigilante me vio y me obligó a regresar, ya dentro de la escuela un cura, de unos 60 años me ofreció un chocolate y luego habló conmigo, me dijo que ese internado era muy bueno y que mis padres estaban haciendo un gran esfuerzo económico, para que yo pudiera tener éxito en el futuro.
Siguió ofreciéndome chocolates y dijo que entendía porque había intentado escaparme, pero que ese colegio no era una cárcel y tenía dos campos de futbol muy buenos que yo no había visto aún y donde me iba a divertir mucho jugando con los otros muchachos.
Efectivamente, el internado llegó a gustarme mucho y jugaba al futbol siempre que podía. Una vez un muchacho del equipo contrario me cometió una falta y yo lo agarré por el cuello para tumbarlo al suelo, pero me sorprendió, era muy fuerte y comenzó a dar vueltas sobre sí mismo y comencé a perder el equilibrio, afortunadamente vino un cura y nos separó.
También me gustaban mucho los permisos que tenía los domingos, para ver a mi familia. En Julio de 1933 llegué a mi casa y pude ver a mis amigos Michele, Ugo y Franco, tenía también amigas, una de ellas, de nombre Marina, me gustaba y yo la cortejaba, pero nunca la pude besar porque cuando se lo pedía estiraba el brazo para pararme y cambiaba de conversación.
Un día Marina vino con su hermano, que quería entrar a nuestro grupo, yo le dije que para cualquiera que quisiera entrar al grupo era necesario hacer una pelea de lucha libre conmigo, el me contestó que estaba de acuerdo, pero que antes debíamos boxear. Para quedar bien ante su hermana le respondí que nosotros no boxeábamos, porque lo considerábamos muy violento, pero que yo lo aceptaba, para luego pelear en lucha libre. El hermano de Marina era muy buen boxeador y definitivamente ganó la primera pelea, pero la de lucha libre fue ganada por mí, por lo que impresione a Marina y yo quedé muy satisfecho.
EL FASCISMO
Poco después de la primera guerra mundial Italia había pasado por momentos muy difíciles. Los comunistas y los fascistas estaban en continuas luchas por el poder, hasta que en 1922 Mussolini decidió enviar a millares de sus partidarios a la capital, en la llamada “Marcha sobre Roma”. El rey, para acabar con los problemas del país decidió otorgarle el poder a Mussolini, dándole el cargo de Primer Ministro e inmediatamente se estableció una dictadura, sin libertad de prensa.
Adolfo Hitler era un gran admirador de Mussolini y trató de imitarlo en todo lo que hacía, inclusive trató de tomar el poder en Alemania copiando la “Marcha de Roma”, con una “Marcha de Munich” o “Putsch de Munich”, pero fracasó y estuvo dos años preso, pero la estrategia funcionó, ya que se volvió muy popular, luego fue perdonado y se lanzó como candidato a las elecciones, que fue ganando una tras otras, hasta que en 1933 el presidente de ese país, Ludendorf, decidió nombrarlo canciller, para acabar con los movimientos comunistas que pretendían tomar el control de Alemania. Y al igual que Mussolini inició una férrea dictadura y un enorme rearme en el ejército, lo que acabó con la crisis económica que sufría el país y lo hizo aun más popular.
En Italia, uno de los objetivos de Mussolini era el de establecer colonias en África y ya para 1936 Italia había logrado establecer enclaves en Libia, Eritrea, Somalia y Abisinia lo que le permitió anunciar que Italia tenia ya su “Imperio”. Igualmente Hitler lo imitó recuperando, ese mismo año, la Renania, un territorio que Alemania había perdido en la primera guerra mundial y en 1938 anexionando Austria, que entró a formar parte del III Reich Alemán.
En Julio de 1938 Italia anuncia el inicio de las leyes raciales contra los judíos, similares a las de Alemania, pero muchos menos radicales. Hitler desde hacía años había declarado a los judíos como enemigo publico numero uno, por haber causado todos los males del mundo.
Italia y Alemania eran aliados y todas las acciones que hacían, tanto Mussolini como Hitler, eran ampliamente publicitadas en ambos países, por prensa, radio y en el cine. Hasta 1936, cuando salí de Italia para Venezuela yo veía y oía toda esta propaganda política.
CAMILLO TOSTI
En aquella época existía una sola estación de radio que transmitía, a las 8,00 de la noche un programa llamado “Crónica y Opera del Fascismo”. Recuerdo muy bien la noche en que Mussolini anunció que 8 millones de bayonetas defenderían a Italia de cualquier ataque. Mi queridísima hermana, Italia, tenía por esos días un novio, con el que luego se casaría, Camilo Tosti, que era oficial del ejército italiano, pero no era fascista, era un demócrata. Ante ese anuncio de Mussolini el comentó que en la Escuela Militar le enseñaron que las guerras no se ganaban solo con bayonetas, que era indispensable tener también tanques, aviones, artillería pesada y transportes armados, en cantidades industriales.
Decía así mismo que Italia no estaba preparada para una guerra porque su ejército era muy inferior al de otros países como Francia, Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. Yo me quedé asombrado, la propaganda del gobierno decía todo lo contrario y como todos los italianos imaginaba que Italia tenía un poder similar al de esos países.
Camilo tenía 21 años y yo era un niño de apenas 12 años, el me convenció de usar la excusa de que yo era venezolano, para no asistir a unas charlas llamada “Adunatas” que habían todos los domingos, adonde los italianos estaban obligados a ir, para ser instruidos sobre las bondades del fascismo.
EL REGRESO A VENEZUELA
En 1936, ante las amenazas de guerra en Europa, mi padre decidió el regreso de la familia a Venezuela y le hizo una oferta de trabajo a Camilo, quien finalmente decidió aceptar la proposición. Y fue así como poco tiempo después Camilo y yo nos dirigimos a Génova, adonde el 15 de Junio de 1936 nos embarcamos en el Vapor “Orazio”, rumbo a Caracas, el resto de la familia saldría para Venezuela unos meses más tarde.
Pocos días después llegamos a la ciudad de Barcelona, en España, que tuvimos la oportunidad de visitar por unas horas y reemprendimos nuestro viaje. Al día siguiente, nos sorprendió una noticia que acababa de llegar a la radio del barco: Francisco Franco anunciaba que ese mismo día iniciaba la invasión de España, ya que no podía permitir que su patria quedara en manos de los comunistas. Ese fue el inicio de la cruenta guerra civil española, que asolaría al país durante tres años. Franco sería apoyado por los alemanes e italianos, mientras que la Unión Soviética apoyaba al gobierno republicano de ese momento.
Finalmente llegamos a la Guaira y después de unos días en esa ciudad salimos para Maracaibo, donde nos alojamos en la Quinta Nápoles, una casa que mi papá había mandado a hacer a fines de los años veinte, en la Calle Marvés de Bella Vista.
En Maracaibo la situación era muy difícil, eran los años de la crisis económica de Wall Street que afectó a todo el mundo, así como también a Venezuela. Además de verse afectado en sus negocios, mi papá se había endeudado porque había tenido que cerrar su casa en Nápoles y traer a toda su familia (10 personas) de vuelta a Venezuela. Para completar tenía problemas con su hermano Vicente, que se había encargado de la joyería mientras él estaba fuera del país. Ambos hermanos se reprochaban mutuamente sobre el manejo de la compañía y como es normal en estos casos era difícil llegar a un acuerdo.
Camilo se dio cuenta de lo difícil que sería trabajar en esta situación y prefirió afrontar los riesgos de una posible guerra en Italia que verse envuelto en problemas familiares. Así que cuando el resto de la familia, llegó a La Guaira en Septiembre de 1936, Camilo y mi hermana se casaron en Caracas e inmediatamente regresaron a Italia, donde se instalaron en Roma. Lamentablemente en 1940 Italia entró en guerra al lado de Alemania y Camilo fue enviado al frente Libio, donde en 1941 fue hecho prisionero en Tobruk y enviado a un campo de concentración en La India, solo sería liberado al final de la guerra, en 1945.
El Tio Camillo en Tobruk (Libia), 1940
MIS OTROS HERMANOS
A raíz de mi llegada a Maracaibo comencé a tener contacto con mis otros hermanos. Mi padre tuvo tres hijos antes de casarse con mi mama, en 1912: Salvador, Carlos y Digna. Salvador Arrieta fue más que un hermano para mi, cuando él era muy joven mi papá lo envió a estudiar relojería en Suiza, adonde se graduó de Maestro relojero y aprendió a hablar muy bien el francés. Cuando yo llegué a Maracaibo Salvador trabajaba en la joyería con mi papá, el me llevaba a pasear e íbamos con frecuencia a una fuente de soda, cerca de la casa.
Mi otro hermano Carlos Pérez trabajó siempre en la “Alfarería Occidente” propiedad de mi papá y luego de mi hermano Frascuelo. Papá siempre se preocupó mucho por todos sus hijos, nos mantuvo, nos pagó la educación y nos garantizó a todos el trabajo.
MIS PRIMEROS TRABAJOS
En Maracaibo me dediqué a revalidar mis estudios de bachillerato con la idea de estudiar más adelante una carrera universitaria. Después me hice cargo del negocio inicial de la familia, la joyería Cupello, que estaba situada en la Plaza Baralt, frente a la Iglesia de San Francisco. Más arriba y cruzando hacia la derecha había un Joyería que se llamaba “La Española”. Esa joyería estaba subiendo sus ventas y comenzaba a hacernos una fuerte competencia vendiendo otras marcas de relojes diferentes a las nuestras.
Yo tuve la idea de comprar esa joyería. Le hice una oferta a los dueños quienes se decidieron y nos la vendieron, yo la traspasé luego a mi hermano Salvador, que tomaría la dirección de ella y comenzaría a trabajar con nuestras marcas. Con el tiempo Salvador sería el dueño del negocio y lo iría pagando en cuotas mensuales, al costo del inventario que la joyería tenia y sin ganancia para nosotros. Salvador siendo relojero calificado tenía además los ingresos por la reparación de relojes que le llegaban de nuestra joyería.
Con respecto a la Joyería Cupello, con el correr del tiempo se había deteriorado y su mobiliario parecía más el de una farmacia que el de una joyería, para completar, durante los tiempos de crisis se había destinado la mitad del espacio e inclusive, una de las vitrinas hacia la calle, a la venta de ferretería. Se decidió entonces reformarla completamente y hacer allí una nueva joyería muy moderna. Hicimos venir todo el material de exhibición de Europa, el mobiliario fue hecho con carpinteros locales, según modelos y planos que venían igualmente de Europa y finalmente, cuando la tienda se reinauguró, se convirtió en una joyería modelo en el país.
VIAJE A LOS ESTADOS UNIDOS:
Para 1942 me había mudado a Caracas, a la casa de mis padres, la Quinta Josefa María, en la Avenida Páez de El Paraíso, la urbanización más elegante de la ciudad para esos momentos. Comencé a estudiar medicina en la Universidad Central y me hice novio de Elvira, que en ese momento vivía en la calle Guadalajara, de la misma urbanización.
En el año de 1944, en plena guerra mundial, mi papá me llamó pidiéndome ayuda ya que, mi cuñado Enrique Amado, que después de mi se encargó de la joyería de Maracaibo, no quería ir a Nueva York a hacer las compras para surtir el inventario, porque no le gustaban los aviones y solo estaba dispuesto a ir si lo hacía en barco, pero en esos años no había servicio de vapores de pasajeros debido a que los submarinos alemanes que estaban en la zona podían hundirlos.
Papá me pidió que suspendiera temporalmente mis estudios de medicina y retrasara mi matrimonio con Elvira para Diciembre de ese año, para que yo, que conocía bien el negocio, fuera a los Estados Unidos a hacer esas compras, porque si la joyería no recibía mercancía se caerían las ventas y se perjudicaría mucha la situación financiera de la misma. Yo acepté y tomé un hidroavión de Panamerican y después de muchas horas llegué a Nueva York. Allí permanecí por dos meses, comprando mercancía de diferentes proveedores de la ciudad.
A pesar de la escasez que había en el ramo causa de la guerra pude comprar cadenas y prendas de oro de 18 y 10 quilates, en la joyería también fabricábamos prendas, pero el oro que se conseguía en Venezuela era oro cochano, que se ponía negro con el uso. Encontré también artículos de plata y lentes de sol “Rayban”, que había puesto de moda el General Mac Arthur, el héroe norteamericano, encargado de las operaciones del ejercito de los Estados Unidos en el Pacifico. La joyería Cupello fue la primera empresa en traer esos lentes a Venezuela que se convirtieron rápidamente en un best seller. Mi viaje había sido un éxito, la joyería tuvo suficiente inventario para esas navidades, cuando se logró un record de ventas.
Aviso de la Joyeria Cupello en un diario de Maracaibo en 1942, en plena guerra mundial donde se ofrecen los artículos traídos por mi papá en su viaje a los Estados Unidos
VIAJE A BARCELONA
En Junio de 1950, comenzó una “Odisea”, cuando Elvira y yo hicimos el antes mencionado viaje a Barcelona, para consultar el problema de mi desprendimiento de retina en la célebre “Clínica Oftalmológica Barraquer”. Dejamos a mi hijo Salvador, de 4 años, al cuidado de una tía, Ana, que vivía en la casa de mis padres, y a Francisco, de cinco meses, con dos tías Osorio, Inés y Adela.
Tomamos un vuelo de Caracas a Nueva York, adonde unos días más tarde abordamos un barco que nos llevó al puerto de Southampton (Inglaterra), luego debimos recorrer otros 110 kms. para llegar a Londres, donde tomamos un avión hacia Barcelona. Allí, el Dr. Ignacio Barraquer concluyó que el caso no había sido tratado correctamente desde el inicio, por lo que, lamentablemente, había perdido para siempre la visión en ese ojo.
Ya sin ninguna otra opción, decidimos regresar a Caracas, tomamos un avión a Londres y de allí a Southampton, donde en Octubre abordamos el famoso trasatlántico “Queen Mary”, vía Nueva York. En ese viaje, en la sección de primera clase, pudimos conocer a la recién casada actriz, Elizabeth Taylor, de 18 años, que nos pareció muy pequeñita (medía 1,57 m), ella regresaba a Estados Unidos con su primer esposo, el empresario hotelero Conrad Hilton Jr., luego de una luna de miel de tres meses en Europa. Entre los pasajeros de esa clase estaba también Mario Moreno (Cantinflas); en una oportunidad nos dirigimos a él usando el nombre “Sr. Cantinflas”, a lo que él respondió que ese no era su nombre, que lo llamáramos “Sr. Moreno”. Ya en Nueva York tomamos el vuelo de retorno a Caracas.
MI PROPIA FAMILIA
Mi esposa fue Elvira Osorio, a quien prácticamente conocí en Caracas a mi llegada de Italia, en 1936, cuando fui con Camilo Tosti a visitar a mi tía Leticia, hermana de mi mamá, a su casa de Muñoz a Solís No. 52.
Allí nos encontramos con mi tía, su esposo Inocente Osorio y su hija Elvira, a quienes solo había visto una vez, en una breve visita que habían realizado a Nápoles un año antes. Cuando me mudé a Caracas Elvira y yo nos hicimos novios y en 1944 nos casamos, Elvira era mi prima hermana, pero como yo nunca había vivido en Venezuela no la consideraba como tal, sin embargo el lazo de consanguinidad existía y tuvimos que pedir un permiso a la curia para poder casarnos.
Elvira Osorio Menda, antes de su matrimonio
Elvira fue una esposa magnifica que me solucionaba todos los problemas y me dio cuatro hijos. Su único defecto, que siempre le critiqué, fue que consintió mucho a nuestro primer hijo, Salvador, que nació en 1946.
Siempre lo protegía y procuraba que no se esforzara, porque él era el más débil de sus hijos y sentía que esta era su misión. Salvador comenzó a estudiar derecho en la Universidad Santa María, pero cuando estaba en el segundo año abandonó la carrera. Era muy inteligente y culto, leía todo el día. Siendo adolescente entró al partido Copei, del que llegó a ser dirigente juvenil y Diputado Suplente. Murió a los 57 años a causa de una enfermedad del hígado.
Salvador Enrique Cupello Osorio, 1952
Mi segundo hijo fue Francisco que nació en 1950, graduado en Administración de Empresas. Cuando tenía 24 años se casó con Diana Brugnoli. Diana nació en Roma y hasta que se casó siempre vivió allí. Yo la conocí en una visita a Roma, cuando ella tenía solo dos años, su padre y su madre eran amigos de mi hermana Italia y me invitaron a pasear por la ciudad y a causa de mi mala visión cerré la puerta del carro cuando Diana estaba saliendo del mismo y le pisé la mano. Espero que ella no se recuerde de eso.
José Francisco Cupello Osorio en 1956
13 años más tarde de ese incidente Francisco fue a Roma y mi hermana Italia le presento a Diana, que hablaba muy bien el español por su mama tachirense y salieron una noche. Luego ella fue a Venezuela con su familia y Francisco y ella se hicieron novios. Elvira quería mucho a Diana y la buscaba todos los días para llevarla a la casa. En 1974 se casaron y tuvieron dos Hijos: Enrique Alberto y Ana Flavia, ambos muy buenos estudiantes con grados y postgrados. Enrique Alberto se casó con Verónica Palmero, una muy excelente medico y ahora viven en Nueva York y tienen un hijo, mi bisnieto, de nombre Matteo.
Francisco siempre trabajó conmigo, en Salvador Cupello C.A., inicialmente como gerente de finanzas, en 1982 como gerente de mercadeo y desde mi retiro, en 1995, como Gerente General.
Mi tercer hijo fue Enrique que estudió Administración de empresas en La Universidad de Florida, en Gainesville. Una vez graduado, en 1978, comenzó a trabajar conmigo en Salvador Cupello C.A. y se hizo cargo de la gerencia de mercadeo de la compañía, pero hubo diferencias de criterio entre él y yo sobre cómo se debería manejar la compañía, a causa de esto en 1980 renunció a su cargo y fue reemplazado por un nuevo gerente, argentino, de nombre Mario Oliva. A raíz de esto las relaciones con Enrique nunca fueron buenas, ni conmigo ni con mi hijo Francisco.
Enrique Gerardo Cupello Osorio, 1956
Enrique pasó luego a manejar otra empresa que yo había fundado y que le traspasé, “Ceinelcre C.A.” la empresa pionera en informaciones de crédito comercial en el país, la cual el vendió luego de algunos años y regresó a Salvador Cupello C.A., encargándose del Departamento de relojería de la empresa. Años más tarde, con el apoyo mío, se independizó, formando su propia compañía de reparación de relojes, que aun maneja y que es su actividad principal.
Enrique se casó por primera vez con Marisela Pérez Sardi, pero el matrimonio no marchó bien y se divorciaron luego de dos años. Se casó luego con Carmina Díaz, con la que tuvo tres hijos varones Ignacio, Mauricio y Andrés, que resultaron muy buenos muchachos y todos se graduaron en la Universidad.
Marisol fue mi hija menor y nació en Nueva York, en Octubre de 1965. Siempre fue muy buena estudiante y nunca tuvo que reparar materias en Septiembre, como lo hacían regularmente sus hermanos. Se graduó de abogado en la Universidad Santa María y en 1988 se casó con Alfredo Chacón con la que tuvo dos hijos: Eugenia y Carlos Enrique, ambos muy buenos estudiantes y de quienes me siento muy orgulloso.
Marisol Cupello Osorio, 1966
LA URBANIZADORA LA BOYERA
La idea de hacer una urbanización me vino en 1948, cuando fui a Suiza a recibir la exclusividad de la marca Tissot y la promesa de que en el futuro nos darían también la de Omega.
Me recibió un Sr. de apellido Piguet que me llevó a su casa, en una bonita zona residencial muy cerca de la ciudad de Bienne, a ella se podía ir en carro o eventualmente con un teleférico. La casa era vecina con la de su jefe, el Sr. Vallat, Director de las Casas Omega y Tissot.
Fuimos luego a visitar a Vallat, quien me recibió y me mostró su casa, de unos 200 metros cuadrados de superficie con un bonito jardín que lindaba con un enorme parque publico con pinos. Me dijo que los habitantes de la zona tenían el compromiso de informar inmediatamente a los vigilantes sobre cualquier anomalía que se presentara en la zona, como inundaciones, incendios, derrumbes etc.
Ese mismo año de 1948, en Venezuela, una Junta Militar derrocó al Presidente Rómulo Gallegos. Uno de los miembros mas importantes de esa Junta era Marcos Pérez Jiménez, un coronel del ejercito que un poco mas tarde, en 1952, tomaría definitivamente el poder implantando una dictadura en el país. Las dictaduras eran algo que yo siempre odié, ya que había vivido en una de ellas durante mi estadía en Italia y vi cuanto daño había hecho a ese país.
Sin embargo cada Diciembre quedaba asombrado, con las inauguraciones de obras públicas que hacía Pérez Jiménez y que transformaron la infraestructura del país, como el Centro Simon Bolívar, la autopista Caracas La Guaira, el Fuerte Tiuna. El Circulo Militar, la Avenida Urdaneta, la Plaza Venezuela, la Ciudad Universitaria, el Teleférico del Ávila, la Siderúrgica del Orinoco y muchas otras mas.
Por esos años vendían una antigua hacienda de nombre La Boyera, cerca del pueblo de El Hatillo, la fui a conocer y me impresionó la belleza del lugar y el magnifico clima de la zona y pensé que seria factible desarrollar allí una urbanización similar a la que había visto en Suiza unos años antes.
Con esta idea visité a Pedro Emilio Herrera, un gran urbanista de la época y le dije que quería hacer una urbanización modelo, en la que todos los servicios importantes estuvieran concentrados en una zona de escasos centenares de metros. A los pocos días me presentó un anteproyecto de urbanización en el que se incluía una Iglesia un automercado, kinder, escuela primaria, parque deportivo, clínica etc.
Presente el proyecto a varios inversionistas que se interesaron y finalmente aceptaron participar, entre ellos Pedro Emilio Herrera, el mismo que lo había desarrollado. Esos eran años de gran crecimiento económico y una urbanización de esas características podría atraer a muchos compradores y ser un buen negocio para ellos.
Así comenzó la “Urbanizadora la Boyera”, El Ingeniero supervisor designado fue Antonio Álamo, esposo de mi hermana Myriam, el era profesor de Ingeniería en la Universidad Central y un gran profesional.
El Urbanismo de la Boyera comenzó en 1956 pero poco después hubo muchos problemas en el país. El gobierno de Pérez Jiménez cayó en Enero de 1958 e inmediatamente después hubo una crisis económica que duró un par de años y muchas compañías urbanizadoras que desarrollaban en esos momentos proyectos en Caracas, quebraron, entre ellas Prados del Este, pero la Boyera continuó con sus trabajos de urbanismo.
La economía mejoró a los inicios de los años 60 y poco después contratamos a un geómetra italiano, que debía terminar todas las obras planificadas, su nombre era Gianfranco Tomaino y durante muchos años realizó un gran trabajo para nosotros.
Ya a mediados de los años 60 el urbanismo se había completado y se recibió una propuesta del gobierno, en vista de que en la zona del sureste no habían suficientes canchas deportivas, se planteaba que la Boyera cediera un espacio adicional de 22.000 metros cuadrados, para destinarlo a actividades de ese tipo. En contrapartida a la urbanizadora le sería aprobado el desarrollo de la segunda etapa de la urbanización, que en esos momentos se estaba solicitando.
La proposición fue aceptada y se cedió dicho espacio adonde se construyó luego el “Polideportivo La Boyera”. El gobierno por su parte aprobó el desarrollo de la segunda etapa, como había sido convenido. Pero unos años más tarde, mediante un decreto presidencial, se anunció la creación de un nuevo parque nacional, llamado “Parque de la Virgen”, que entre otros terrenos incluía los que antes nos habían sido aprobados para el desarrollo de la segunda etapa.
La urbanizadora hubiera podido actuar legalmente pidiendo la restitución de la zona deportiva que había cedido, por incumplimiento del convenio antes mencionado, pero en lugar de eso se decidió no perjudicar a los habitantes de La Boyera y la demanda nunca se realizó
La Boyera se convirtió en una urbanización modelo y años más tarde, hacia 1995, me informaron que el Alcalde del Hatillo, Ángel Enrique Zambrano, estaba inspeccionando unos trabajos de asfaltado enfrente de mi casa. Me acerqué a saludarlo, enseguida me reconoció y estuvimos hablando un rato, conocía toda la labor que se había hecho en la Boyera y me calificó como “el pionero del sureste.
Pagina principal del artículo sobre mi papá, publicado en la revista del Caracas Country Club, poco después de su muerte en el 2012
También en el año de 1986, bajo la presidencia de Jaime Lusinchi, el Ministro del Trabajo, Simón Antonio Paván, me concedió la Orden al Merito en el Trabajo, en su primera Clase.
Estos dos últimos son los dos reconocimientos que he tenido por parte del gobierno en referencia a mi trabajo.